viernes, junio 15, 2012

De mi hijo Germán Felipe para su abuelo Rafael



A mi abuelo, en su cumpleaños número 95:

Abuelo, ¡feliz cumpleaños! Hoy cumples 95 años, ¡una verdadera monstruosidad! Ya tienes los cien a un tiro. Qué lindo ha sido tenerte a nuestro lado durante tanto tiempo. Eres un ejemplo de fortaleza y perseverancia para todos nosotros.

Mis recuerdos más lejanos me llevan a los Llanos. No me acuerdo de la carretera. No me acuerdo de la casa. No me acuerdo de los arboles, ni la naturaleza. Ni siquiera me acuerdo de un niño con quien dicen jugaba todo el tiempo. Tampoco estoy seguro si mi recuerdo es en Sebastopol o Lindaraja. Pero me acuerdo del rio. Me acuerdo de nadar en el rio con mi abuelo. Ese es uno de mis recuerdos más antiguos y más lindos, que llevaré conmigo para siempre.  Siempre me he sentido cómodo en todo tipo de aguas; lagunas, ríos, riachuelos, quebradas, y sobre todo el mar, y creo que te lo debo a ti.

Creo que quedará en mi indeleble la manera como me mirabas a mí y a mis primos, como nos querías y la sonrisa que se formaba en tu boca  al estar cerca de nosotros. Es la misma sonrisa que se te forma cada vez que viene uno de los nietos menores a saludarte. Tú y mi abuela nos enseñaron el valor del amor incondicional. En mis padres, mis tíos y mis primos veo un sentimiento de respeto y de admiración hacia ustedes dos al que no le encuentro comparación.

A mí me diste el regalo de la educación. Me apoyaste cuando mis padres tuvieron épocas difíciles, y luego me apoyaste nuevamente cuando tomé la decisión de salir a estudiar en el exterior. Me recibiste en tu casa cuantas veces quise, y por el tiempo que quise. Gracias al amor y a la felicidad que profesaste al tenernos cerca, siempre sentí la casa tuya y de mi abuela como la mía. Te doy infinitas gracias por siempre haber sido tan especial conmigo, con mis hermanos, y con todos tus nietos. Por siempre querernos y apoyarnos incondicionalmente. Por saber aconsejarnos cuando fue necesario, y alentarnos cuando lo creíste conveniente.

Siempre he sentido mucha admiración hacia ti por tu dedicación a ser una persona saludable y activa, aun en las condiciones más adversas. Nací y crecí en la ciudad, y creo que por eso me quedaba difícil comprender ese ímpetu que te llevaba varios días a la semana a encaminarte montaña adentro a explorar los confines de la finca. Recuerdo haber intentado seguirte en algunas ocasiones, y que el camino fue muy arduo para mí. Los únicos capaces de seguirte el ritmo eran los perros de la finca. Y eso que tú ya estabas rondando los ochenta años y yo era un niño lleno de energía que no se cansaba de trepar de un árbol al otro.

De la misma manera siempre me sentí impresionado por tu manera de nadar. Siempre he pensado que la natación es un deporte que requiere mucha paciencia, porque requiere demasiado tiempo con uno mismo. Recuerdo verte nadar piscinas y piscinas sin detenerte. Todas las tardes de las vacaciones, sin que se te escapara ninguna, la piscina quedaba reservada para ti. Recuerdo verte hacer deporte todas las noches, ya fuera en Anapoima o en Bogotá. Haciendo gracia de una perseverancia sin par, lograbas hacer más deporte que cualquiera de los adolescentes de la familia.

Ojalá la vida me permita heredar estas cualidades asombrosas de ti. Creo que por lo menos tu paciencia la tengo, y sigo trabajando en la perseverancia. Siempre te he visto como un líder y un apoyo hacia todos tus hermanos, e intento ser igual con los míos. Te quiero mucho abuelo, y te agradezco mucho todas las enseñanzas que me has dado. Te agradezco tu apoyo incondicional, tus palabras, tus sonrisas y tus consejos. Te adoro y te voy a admirar por siempre.

Tu nieto,

Pipe.