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lunes, abril 26, 2021

Un lector empedernido y su librero

Esta tarde de tercer pico de pandemia salí de mi casa a acompañar a mi hija a una larga consulta de oftalmología, en un edificio de consultorios en Usaquén. Como la consulta podía demorar más de una hora, decidí caminar unas cuadras hasta Hacienda Santa Barbara, uno de mi lugares favoritos para caminar en Bogotá. Mientras caminaba por los desolados corredores, me topé de frente con la Librería Nacional, un almacén que siempre me ha atraído, como les comentaré más adelante.


Entré, recorrí la zona de novedades, llena de nuevas ediciones de muchos libros que me llamaron la atención. Iba en concreto a buscar el reciente libro de memorias de Rudolf Hommes, ASÍ LO RECUERDO, que se puede encontrar en Amazon, pero quería tener en edición física. Llegué a la caja, pedí mi descuento de lector frecuente, pagué y ya me disponía a salir, cuando oí una voz muy conocida a mis espaldas. Me acerqué al dueño de esa voz ronca e inconfundible y pregunté: ¿Fernando? El librero se volteó y me saludo ¡Don Germán! ¡Tiempos sin verlo! 


Llegaron a mi memoria años y años de visitas a la Librería Nacional. Muy recién llegado de la Escuela Naval a Bogotá en 1975, el sitio de moda era la carrera 15, entre calles 77 y 85. Allí podía uno encontrarse con amigos en una nueva cafetería llamada Oma, comprar pan en Pan Fino, tomar onces en El Chiquito, sucursal del Cream Helado grande de la Caracas, tomar cerveza en la Taberna Bávara y comer pizza en un nuevo restaurante llamado Jeno´s.  El centro de actividad era el Centro Comercial El Lago, lleno de almacenes elegantes y concurridos. Allí, en ese centro comercial, se montó la primera Librería Nacional de Bogotá, seguida muy rápido de la Librería Nacional de Unicentro. En La Nacional compraba en aquellos años El Gráfico de Argentina, que llegaba de vez en cuando a sus estantes de revistas. Recuerdo mucho las bellas ediciones del Mundial de Argentina de 1978.

Centro Comercial El Lago de Bogotá




Unos años más tarde, La Nacional montó una nueva sucursal en el centro, en un pasaje en la carrera séptima, entre calles 17 y 18. Allí compraba en aquellos años todos los comics franceses de Tintin, Lucky Luke, Asterix y Obelix, junto a los libros de Mafalda y revistas de economía. Compraba igualmente la edición dominical del New York Times. Ya trabajando desde 1982, La Nacional de la 17 era mi refugio cuando almorzaba solo, pues era la única librería de Bogotá donde uno podía sentarse a leer libros antes de comprarlos. 


Hacia 1983 llegó a La Nacional de la 17 un nuevo muchacho vendedor. Fernando destacaba por su voz ronca y su habilidad para aconsejar nuevas publicaciones. Pronto se acostumbró a verme llegar, me decía por ejemplo que me había guardado la edición del periódico o que había llegado un nuevo libro de Asterix. Varios años fue mi librero en el centro, mis gustos iban cambiando en la medida de los años. Poco a poco las responsabilidades me fueron alejando de mis continuas visitas a la librería.


Llegaron los años 90 y comencé a visitar la Nacional de Unicentro. Yo iba a la librería los fines de semana, ya con dos niños pequeños y algunas veces acompañado de mi esposa. Los niños corrían a la zona de libros infantiles, mientras yo compraba revistas de tecnología y los más recientes libros. En una de esas mañanas de sábado, me encontré con Fernando. Había sido ascendido al segundo puesto en esa importante sucursal, pues el primer puesto lo tenía Felipe Ossa Domínguez, el gerente en esa época y ahora propietario de La Nacional. Retomamos la vieja rutina y de nuevo se convirtió en mi librero. Un buen día, Fernando me dijo que había logrado que, de por vida, me dieran un descuento del 10% sobre cualquier compra que hiciera. Un honor que aún hoy conservo y que le agradecí mucho.



En 1997 llegó mi tercera hija y vinieron muchas cosas que me alejaron de los libros y de La Nacional. Llegó el Siglo XXI, me establecí algún tiempo fuera del país, cuando volví a Bogotá descubrí las librerías de viejo en el centro y diversifiqué mis visitas en varios lugares. Después llegaron los libros electrónicos, primero en PDF y luego en el maravilloso invento del Kindle.  Solo de vez en cuando compraba libros en La Nacional de Unicentro o de Santa Barbara.


Por eso mi emoción de hoy al encontrarme a Fernando, mi librero desde 1983. Habían pasado 24 años sin vernos. Me contó que ya está jubilado, pero que La Nacional le pidió seguir con ellos "hasta cuándo el cuerpo aguante". Se acordaba perfectamente de mí, recordaba a mis dos hijos pequeños. Le conté que ahora tengo un nieto de la edad que tenían mis hijos cuando visitaba La Nacional en los 90s. Nos miramos con nostalgia. Un lector empedernido y su librero volvían a encontrarse.

La Nacional cumple 80 años en septiembre de este año. He leído mucho sobre su historia y ha sido una compañera de vida muy importante para mí. Llevo con honor el título de lector frecuente de esa importante institución colombiana. Hoy volví a revivir con nostalgia aquellos maravillosos momentos que me ha brindado La Nacional. Gracias por tantos libros, gracias por tantos recuerdos.

Felipe Ossa, propietario de la Librería Nacional






viernes, septiembre 25, 2020

Una semana santa muy canina

Hace pocas semanas me volví a reencontrar en la vida con mis compañeros del contingente NR67 de la Escuela Naval de Cadetes, con quienes compartí 2 intensos años de mi adolescencia entre julio de 1973 y junio de 1975. He recordado episodios de aquella inolvidable época, llena de cosas buenas y también de experiencias muy fuertes y traumáticas. Hoy me sorprendieron con una espectacular foto de la semana santa de 1974, donde salgo yo a mis 16 años, en un día que nunca olvidaremos los que estuvimos allí.



La foto es en una zona rural cerca a Cartagena, después de una larga caminata de 4 o 5 horas, con fusil a la espalda. Yo aparezco con cara de cansancio, los ojos cerrados, seguramente haciendo mi terapia mental de aquellos días: "salgo de aquí y juro que nunca más en la vida haré otra caminata como esta". Así sobrevivía a las experiencias difíciles, aplicando una técnica que también me sirvió para nunca más lavar baños o trapear pisos con las famosas "mopas" de la Escuela Naval. Estoy cargando mi fusil "punto 30", herencia de la Segunda Guerra Mundial, que teníamos de dotación en la Escuela y que nos acompañaba en noches de guardia, paradas militares, orden cerrado, rutinas disciplinarias y tantas otras cosas. La novia del cadete, decían oficiales y guardiamarinas sobre aquel fusil, que pesaba una tonelada después de cargarlo más de 30 minutos.



Aquel día, sábado santo, el entonces Teniente José "Chepe" Calderón nos sacó a una larga caminata por carreteras rurales cerca a la Escuela Naval, con toda la pinta que usábamos para orden cerrado. En esta primera foto, a comienzos de la mañana, varios compañeros del contingente, entre ellos Marino Grisales, estaban felices por la novedad del ejercicio. Esas caras cambiarían cuando comenzó a calentar el fuerte sol cartagenero de mediados de abril. 




Llegamos a un paraje medio boscoso, después de 4 ó 5 horas de camino. Allí nos sirvieron el almuerzo, una carne con arroz y papas. Los guardiamarinas comieron un poco alejados y se cruzaban miradas de malicia e ironía entre ellos. Cuando todos los cadetes terminamos de comer, nos hicieron formar para rendir honores al pabellón. !Tremenda sorpresa cuando izaron el cuero de un perro! Algo como lo que se ve en estas fotos en China.




Varios compañeros devolvieron el almuerzo recién comido. Yo no recuerdo haberlo hecho, mi cara de cansancio y de hambre me dice que no fue así. Un recuerdo muy especial de la Escuela, que nos formó para duras pruebas más adelante. Allí aprendí muchísimas cosas, que apliqué años más tarde en las verdaderas vicisitudes de la vida. El ejercicio de Chepe Calderón aquel sábado santo de 1974 me ha servido muchísimo en épocas de gran estrés y sufrimiento. Gracias, Marino Grisales, por compartir esas bellas fotos.

ÑAPA: Chepe Calderón vive en Cartagena, donde todavía debe sonreír con todas las anécdotas de sus años en la Armada Nacional. Luego de 33 años de servicio, con el grado de Coronel se retiró de la Armada en abril de 1997. Actualmente reside en Bocagrande, con Marie Laure, su esposa francesa, quien , según la Cyber Corredera le ha dado cierto acento franpañol al apodo de su marido al decirle "Chepeeé".  









domingo, julio 12, 2020

La generación del 35

Los descendientes de Pedro Niño y Paulina Rodríguez somos bastantes. Tenemos la fortuna de contar con 12 personas en la primera generación, 21 nietos, más de 40 bisnietos y 8 tataranietos, más otra tataranieta en camino. Una familia grande y unida.

De todos ellos, quisiera hablar hoy de los 4 miembros de esa gran familia que nacieron alrededor de la muerte de Carlos Gardel, el 24 de junio de 1935. Dejando de lado a mi papá, que nació en noviembre de 1933, estoy hablando de Mario Giraldo Palacio, nacido en Calarcá el 21 de abril de 1934, Oliva Niño Rodríguez, nacida el 29 de junio de 1935 en Ibagué, Gloria Ballesteros Garzón nacida en Bucaramanga el 7 de agosto de 1935 y Rafael Stand Vega, nacido en Barranquilla el 6 de octubre de 1935. Para mi, los miembros de la generación de 1935.

Cuatro fotos resumen la Colombia de aquellos días. La foto de despedida al presidente Olaya Herrera, el domingo 5 de agosto de 1934, 3 meses después del nacimiento de Mario. Los titulares de prensa del 25 de junio de 1935, pocos días antes del nacimiento de Oliva. Los grumetes de la Armada, desfilando en el Hipódromo de Palermo en Bogotá, el día del nacimiento de Gloria, que siempre será feriado en Colombia. La caricatura de Benito Mussolini en octubre de 1935, en los días del nacimiento de Rafael, mostrando la primera de tantas guerras que marcaron los años de infancia de nuestros familiares. Todos ellos tenían 10 años cuando terminó la Segunda Guerra Mundial.






Después de terminada la Segunda Guerra, vinieron años confusos para Colombia. La violencia en los campos y la influencia en las ciudades de la euforia de los años cincuenta en Estados Unidos. La música juvenil, las fuentes de soda, los carros grandes, marcaron la adolescencia de nuestros familiares. Bogotá era la ciudad donde se reflejaban esas tendencias mundiales y Chapinero el barrio donde más se concentraba la juventud de aquellos días.

Una foto en ese idílico Chapinero muestra la llegada de mi mamá al seno de la familia. En 1955, hace ya 65 años, posaron dos parejas en un parque del barrio. Humberto y Gloria, junto a Cico y Oliva. Humberto había conocido a Gloria en una casa del vecindario y también le había presentado a su compañero de universidad Francisco Pérez a su hermana Oliva. 




Mis papás se casaron en agosto de 1956 en Bogotá. Llegué yo y luego Claudia en 1958. En abril de 1959 las 2 parejas volvieron a posar juntas, para el matrimonio de Francisco Pérez y Oliva Niño en Ibagué. 


Ya había entrado en escena también el tercer miembro de la generación del 35. Humberto había coincidido con Rafael Stand en la Armada y estaban juntos el 8 de mayo de 1957, cuando yo llegué al mundo. Rafael siempre recuerda con cariño el famoso telegrama de mi nacimiento: "Por favor avisarle al Capitán Niño que está en Puerto Niño que le diga al teniente Niño que le acaba de nacer en Ibagué un niño. Firma Alvaro Niño." El teniente de Fragata Stand terminó de novio de mi tía Martha y se casaron el 26 de diciembre de 1959, algunos meses después del matrimonio de Cico y Oliva. El matrimonio se aceleró, pues el novio había sido trasladado por la Armada a Washington.  



Llegaron varios primos antes del ingreso de Mario Giraldo a la familia. Jaime, Sandra, Rafa y los mellizos ya habían nacido cuando comenzó el noviazgo de Mario y Marina. También allí intervino de alguna manera mi papá. Un pariente santandereano por el lado Niño parecía contar con el beneplácito de los abuelos Pedro y Paulina, pero Mario insistía e insistía. Los Giraldo Palacio habían llegado a Ibagué a comienzos de los sesentas y Mario había conocido a la familia y se había fijado en la bella Marina Niño. Mi papá facilitó el noviazgo, convenció a la abuela Paulina de las bondades del candidato y finalmente se casaron el 26 de mayo de 1962. 

En lo que no cedió la abuela Paulina fue en la pinta de los pajecitos. La entrada del último miembro de la generación del 35 a nuestra familia marcaba el posible comienzo de mi carrera como obispo.



Los siguientes años marcaron la llegada de nuevos primos y la consolidación de las familias. En diciembre de 1969 hay una foto con los primos provenientes de los matrimonios de la generación del 35 con mi abuela Paulina. También aparece Carlos Hernando, primer fruto de la unión de Hernando Niño y Aydeé Durán, el primer primo que consideramos de la generación de los años 70s, a pesar de haber nacido en septiembre de 1969. 


Pocos meses después de esta foto, el 14 de junio de 1970 se casaban Pedro Antonio Niño y Elsa Jimenez. Aquí comparto esta bella foto con mis tíos Hernando y Aydeé.



LOS AÑOS 70s y MÁS ALLÁ

En diciembre de 1974 se celebró una gran reunión familiar, para reunir a todos los miembros de la familia en Ibagué. Allí vuelven  a reunirse los miembros de la generación del 35, todos cercanos a los 40 años, lo que llaman "en la flor de la edad". Jóvenes, vitales, formando familias, con un montón de chiquitos que enloquecían a la tía Luisa, a nuestra empleada Helena y cuantos se atravesaran en el camino. Todavía no había ningún universitario, el nieto mayor que soy yo estaba terminando bachillerato en la Escuela Naval (lo que explica el peluqueado de la foto)


Pasaron muchas cosas en los años siguientes. 10 años después de esa bella reunión, moría mi papá en un accidente de tránsito. En 1993 fallece Cico. Y ya en el siglo XX nos dejaba el primo menor, Juan Pablo Niño. Los años pasaban para los miembros de la generación del 35, mientras llegaban los primeros bisnietos para Pedro y Paulina, comenzando con Germán Felipe Niño en 1984.

Este post no es ni mucho menos la historia familiar, llena de anécdotas, matrimonios, nacimientos y muchos otros detalles en 40 años de vida. Así que vuelvo a tomar el hilo de mi relato el 9 de noviembre de 2014, 40 años después de aquella foto. Por alguna razón, los 4 miembros del 35 coincidieron en una reunión en Bogotá, les pedí que posaran para una foto y salió esta bellísima imagen.


Mario ya había cumplido 80 años, pero los 4 querían celebrar en el 2015 los 80 años de vida. Oliva hablaba de su fiesta en Ubaté, pero Rafael quería que hicieran una fiesta juntos en Bogotá o en Ibagué, para celebrar la llegada al octavo piso. La enfermedad de Rafael Guillermo Stand aplazó los planes de la fiesta conjunta, que no pudo llevarse a cabo. 

En febrero de 2020 Mario, Oliva y Rafael estuvieron en Ibagué, celebrando la vida de Hernando Niño. Allí también tomé una foto de los 3, en la última reunión familiar antes de la pandemia. No solamente estaban ellos, 9 miembros de la primera generación de descendientes posaron para aquella foto. Solo faltaba mi mamá, quien no pudo viajar a Ibagué. 


Hace un mes nos dejó Mario, el 12 de junio de 2020, con gran tristeza para todos en la familia. Celebramos 2 días después los 50 años del matrimonio de los tíos Piter y Elsa. El 30 de junio celebramos también virtualmente los 85 años de mi tía Oliva.

En tiempos de pandemia llegarán también los 85 años de mi mamá y Rafael. Celebraremos su vida con gran alegría, con la nostalgia de los seres queridos que ya no nos acompañan. Gracias por tantos recuerdos, generación del 35. 

domingo, septiembre 24, 2017

34 años maravillosos

Hoy, cuando se cumplen 34 años del maravilloso día de mi matrimonio, vale la pena reproducir y actualizar este post, que escribí hace unos años. Estos dos últimos años han estado llenos de acontecimientos muy lindos, que han reforzado un matrimonio de bases muy sólidas. Aquí va el escrito:

El viernes 12 de marzo de 1982 fue uno de los días más especiales e importantes de mi vida, aunque en ese momento parecía un día más. Habíamos sido convocados alrededor de 20 personas al Banco del Comercio, para informarnos que estábamos admitidos al Curso de Análisis de Crédito y Técnicas Bancarias, un exigente curso de postgrado organizado por el Chase Manhattan Bank para formar ejecutivos bancarios. 

A la salida, nos reunimos en la calle 13 con octava un grupo de los nuevos estudiantes, a comentar la buena noticia y a felicitarnos por haber terminado el proceso, donde habían sido descabezados alrededor de 400 aspirantes. Todos estábamos felices, menos una niña que nos dijo con toda seguridad que iba a pensar si ingresaba al curso. Ella tenía otras dos ofertas de trabajo y se iba a tomar el fin de semana para saber que iba a hacer. Me pareció un poco antipática su actitud. Me dije a mi mismo que ojalá decidiera tomar una de sus otras opciones.

Aquella niña de las tres ofertas de trabajo, la antipática que no sabía si iba a entrar a ese curso tan atractivo, es la mujer que me ha acompañado durante 35 años, 34 de ellos en un feliz matrimonio. Liliana Albornoz lo pensó durante ese fin de semana y entró al curso del Banco del Comercio el lunes 15 de marzo de 1982. Inteligente, segura de si misma, simpática, se convirtió en la numero 1 del curso muy fácilmente. Yo, que siempre he sido un buen matemático y buen estudiante, estaba de segundo y trataba de recortarle terreno, pero era muy difícil seguirle los pasos. 


Liliana no tenía inconveniente en hacer siesta a la hora del almuerzo: se tiraba al piso, ponía 2 ó 3 libros como almohada y dormía su buena media hora. Esa capacidad de dormir en cualquier circunstancia la sigue teniendo 35 años después. Abierta y amigable, era capaz de convocar a una fiesta en su casa a todo el curso, llevar 6 ó 7 personas en su carro hacia el norte de Bogotá, llevarse a todo el curso y varios profesores a un paseo gigantesco a su finca en los llanos. Todo un terremoto. Yo la veía de lejos, no me interesaba mucho, pues estaba de novio, en una relación que ya llevaba 4 años. Pero Liliana no pasaba inadvertida.

1982 fue un año de muchos acontecimientos que he contado en este blog. En mayo de 1982 ganó Belisario las elecciones, en junio se jugó la Copa Mundo en España, mientras se peleaba la Guerra de las Malvinas en Argentina. En agosto asistí a la posesión de Belisario, que también he comentado en este blog. El curso era muy exigente, lo que motivó que nos concentráramos cada vez en el grupo de los 20 estudiantes, dejando de lado novias y amigas. Mi relación de muchos años se dañó en esos meses. Es muy cierto el dicho de que la novia del estudiante no es la esposa del profesional.

En algún momento de agosto y septiembre comencé a mirar con otros ojos a Liliana. Teníamos un grupo de 5 ó 6 amigos que almorzábamos todos los días y que frecuentemente estudiábamos juntos. Un día, no se porqué, le regalé el último disco de Roberto Carlos "Cama y Mesa". Conversábamos mucho después de almuerzo, a tal punto que Liliana sacrificaba 10 minutos de su siesta para estar conmigo. La invité a cine, al Teatro Almirante en la 85 abajo de la 15. Allí, a finales de septiembre de 1982, le cogí la mano y al final de la película nos dimos un beso. Han pasado 35 años desde aquella noche y todavía lo recuerdo con emoción.


Nos enamoramos locamente. El resto del curso estuvimos muy juntos y cada vez nos necesitábamos más. Ibamos a mi apartamento en la 76 con 15, a su casa en la 94 con 7A, no podíamos separarnos. Viajé con ella a Ibagué por algún exámen del curso, nos quedamos en la casa de mis papás, pero no les conté nada. Mi mamá siempre sospechó que aquella niña era algo más que mi compañera de curso. En marzo de 1983 fuimos juntos al matrimonio de mi cuñada Olga Albornoz con Luis Eduardo Sanmiguel, ya en plan de novios formales. En abril ya la presenté oficialmente a mis papás. En junio fuimos juntos a Prado, a la finca de mi hermana Claudia y mi cuñado Jacky. En agosto decidimos casarnos. Un año loco de noviazgo, que siempre recordaré como una de las etapas mas lindas de mi vida. El 24 de septiembre de 1983, hoy hace 34 años, nos casamos a las 4 de la tarde en la Iglesia de Santa María de Los Angeles en Bogotá.


Resumir estos 34 años es muy difícil. Tuvimos dos hijos muy rápido, Germán Felipe en marzo de 1984 y Daniel Humberto en julio de 1985. En pleno embarazo de Danny murió mi papá, en una tragedia que todavía me conmueve de dolor. Liliana estuvo a mi lado en todo momento en esos meses tan duros. Sobrevivimos a ese duro 1985, lleno de contrastes, con niños naciendo en la familia y mucha gente muriendo en Colombia, todo lo cual he contado en ese blog. Tuvimos años muy prósperos, que culminaron en 1997 con la llegada de mi hermosa Valeria. Una crisis económica muy fuerte, un exilio mío de 3 años en los Estados Unidos, fueron durísimas pruebas a las que sobrevivió nuestro matrimonio. Años más estables en este siglo, pero nunca en los niveles de prosperidad de nuestros primeros años. 

Nos hemos hecho más viejos y más sabios. Nos conocemos muchísimo. Somos buenos amigos. Tenemos 3 hijos maravillosos y una familia grande y hermosa. Hacemos muchas cosas juntos, pero también tenemos espacios separados, lo que es clave para una pareja. Liliana ha encontrado su camino en Emaús, donde esparce su amor incondicional y su energía asombrosa. Cada día la admiro más, cada vez la quiero más. Llegamos a los 34 años de matrimonio y seguimos contando. Dios me permita tener muchos años más al lado de la gran mujer con que me premió en la vida.


Estos dos últimos años han sido muy especiales. Se graduó Valeria y culminamos entonces la etapa de hijos de colegio. Vale entró a la Universidad Javeriana, continuando la vinculación de nuestra familia a esa gran institución, que comenzara mi papá por allá en 1951, hace ya 66 años. Germán Felipe nos regaló una gran dicha, con su matrimonio con María Paula Moreno, ganando nosotros una linda hija y una hermosa familia. Danny y Marce nos dieron el más hermoso regalo, Juan Ignacio Niño Cobo, con quien nos convertimos en jóvenes abuelos en abril de 2016.

Seguiremos este año disfrutando la dicha de ver crecer cada día a nuestro nietecito. Esperamos que nos regalen pronto otros más. Nuestra casa se seguirá iluminando con la presencia de Valeria y Simón Niño, que nos acompañan en este momento de nuestras vidas. Gracias, Liliana, por tantas cosas. Gracias, Dios, por tantas bendiciones.








domingo, junio 11, 2017

Por una cabeza, un tango muy especial.

 

Inmortal tango de Carlos Gardel, con letra de Alfredo Le Pera. La versión original fue grabada por Carlos Gardel el 19 de marzo de 1935 con número de master BVE 89227-2 para su última película, "Tango Bar". 

 "Por una cabeza 
 si ella me olvida 
 que importa perderme, 
 mil veces la vida 
 para que vivir... "

El maestro Terig Tucci, relata en su libro “Gardel en New York” una anécdota acerca de la composición de esta canción a comienzos de 1935:

" Suena el teléfono a las tres de la mañana. Medio dormido levanto el receptor y oigo la voz de Gardel que me dice con evidente satisfacción:

—Che viejo, acabo de encontrar una melodía macanuda para el tango " Por una cabeza".

Y procedió a cantármela ipso facto. No sé si sería porque todavía no me había despertado del todo, que al oír por teléfono el fruto de su inspiración, ni la melodía ni la letra me hicieron mucha impresión; y así se lo dije. Algo amoscado Gardel me contestó con su fina ironía: —Mira, Beethoven, vos te quedás con tus corcheas y semifusas; pero no te metas conmigo en asuntos de "matungos".....

........ Sí, creo que Gardel tenia razón. Yo me quedo con mis corcheas. Además, yo sabía que, lo mismo que otras canciones que nos parecen triviales al principio, el genio de Gardel ennoblecería este tango hípico y lo elevaría a una altura insospechada." 





sábado, mayo 06, 2017

Las 60 de mis 60

Llegando al gran paso de mis sesenta años (los nuevos cuarentas, dirán algunos), es hora de hacer listas. Para mi, una de las cosas que más me han llenado es la música. No solamente quiero hacer la famosa Bucket List, que cada día parece más complicada, sino de hacer un repaso de las cosas que influenciaron mi vida durante estas seis décadas.



No he sido un gran melómano, en el sentido de saber de música clásica, opera o cosas muy complicadas. Pero si he oído mucha música, he tenido muchos vinilos, cassettes, CDs, etc. Con la llegada de Spotify he dejado de comprar música, pues está a un click en el computador, la tablet o el iPhone. Hace muchos años no he vuelto al centro a mi almacén favorito, cuyo lema era "disco que no tengamos, no existe". 

Sentí que era el momento de hacer una recopilación de la música que más me ha impactado en mi vida. Una tarea dificilísima, para alguien a quien le ha gustado desde la música de carrilera más extrema hasta la opera más sofisticada, pasando por rancheras, boleras, tangos, música de plancha, etc. Limité mi lista a 60 canciones, una por cada año de vida.

Aquí se las dejo, ordenadas por distintas épocas de mi vida.





La lista completa puede ser escuchada en Spotify. Hay una versión gratis de la aplicación, donde creo que esta lista puede ser guardada por cualquier persona.





lunes, mayo 01, 2017

Las 60 de mis 60 - Años Sesentas

LOS SESENTAS

Ibagué, mi infancia, los discos que traía mi papá a la casa cada semana, la radio en la cocina, los matinés en el Imperial y el Metropol, las canciones en inglés que tatareaba mi tío Pedro recién llegado de Estados Unidos. Esas son algunas de las influencias musicales que tuve en los años 60s.

Dio, Come Ti Amo - Gigliola Cinquetti, 1966: La primera vez que oí esta canción fue en una versión de bolero de Javier Solis. Después, descubrí para siempre a Gigliola Cinquetti. Hace unos 10 años encontré en youtube la bellísima versión de la película. Esta canción me llega al corazón.



Fuiste Mía un Verano - Leonardo Favio, 1968:  Mi papá llegaba frecuentemente a mi casa en Ibagué con un nuevo disco. Obviamente, trajo a Leonardo Favio, con su primera producción, que causó un enorme impacto. De todas las canciones de aquel primer trabajo, la que siempre me llega a la memoria es esta bellísima canción,  Fuiste Mía un Verano, que retrata la nostalgia de un mágico amor de vacaciones. Lamentablemente Sony Music no permite a los blogs usar videos de esta canción en Colombia, vaya uno a saber porqué.


Mi Gran Noche - Raphael, 1966: Hay muchas canciones de Raphael que son muy buenas, pero ninguna me produce el sentimiento de aquella canción de 1966, que seguramente oí por primera vez en un matiné de sábado en el Teatro Imperial en Ibagué. Es de las pocas canciones que me atrevo a cantar en público y me he ganado un par de concursos de karaoke con ella.





La foule - Edith Piaf, 1957: No se donde oí por primera vez "Que nadie sepa mi sufrir", una canción peruana que sonaba en los años de mi infancia en Ibagué, pero si se que me encantaba su ritmo. Hace unos 10 años descubrí la versión en francés de Edith Piaf de 1957 y quedé maravillado. La nostalgia que me produce esta mágica canción es indescriptible. La incluyo en los 60s por haberla conocido en aquellos años.





Cuéntame - Fórmula V, 1969: De las pegajosas canciones de aquellos años, Cuéntame me sigue acompañando aún en estos días. Si cierro los ojos y quiero cantar alguna canción de esa época, esta melodía llega a mi memoria. Muchos años después Rosario Flores hizo una versión espectacular, que también oigo frecuentemente. Muchas veces me imagino viendo a algún amigo de mi infancia y preguntándole: "Cuéntame como te ha ido? Si has conocido la felicidad?"



Somethin'Stupid - Frank Sinatra, Nancy Sinatra, 1967: conocí la bellísima versión de Frank Sinatra y su hija Nancy, grabada en 1967, por mi tío Pedro, que acababa de llegar de Estados Unidos con un buen cargamento de música en inglés. De todas esas lindas canciones, esta me llena de imágenes de Estados Unidos en los 60s, que después he visto en muchas películas. Gracias al tío Piter conocí esta música tan linda.




Nathalie - Gilbert Becaud, 1964: Obviamente, la primera versión que conocimos de Nathalie fue la de los Hermanos Arriagada. Pero incluyo aquí la poderosa y bella versión de Gilbert Becaud en 1964, que es la original. Como muchas otras canciones, la versión oficial no llegaba a Colombia y los músicos traducían esas canciones de otros idiomas. La música francesa siempre me ha parecido muy linda y Nathalie es una de las más bellas canciones de los años 60s, en francés y en español.




Te He Prometido - Leo Dan, 1969: Leo Dan nos acompañó durante buena parte de los años 60s y 70s, con canciones muy especiales, que se nos quedaron para toda la vida. "Te he prometido" es una de esas, la que todavía tarareo de vez en cuando. Un recuerdo muy especial del Ibagué de antes de los Novenos Juegos.



Corazón Contento - Marisol, 1968: Esta canción combina dos de los grandes ídolos de los años 60s. Palito Ortega compuso la canción y Marisol la cantó cuando ya era toda una mujer. Vi el video de esta canción hace unos 10 años y me transportó inmediatamente al matinal del Teatro Tolima, en aquellos lindos domingos ibaguereños. Desayuno donde la abuela Paulina, matinal en uno de los 3 teatros cercanos a su casa, almuerzo en la casa de Cadiz y tarde en el San Bonifacio.



Tu Nombre Me Sabe A Yerba - Marisol, 1969: En el primer trabajo realizado por Joan Manuel Serrat en 1969, el álbum "La Paloma", aparece esta bella canción. También vi el video de Marisol muchos años después y quedé otra vez enamorado de esta linda canción. Serrat y Marisol, unidos por "Tu nombre me sabe a hierba" y después por la militancia política. Otra canción que me lleva a esos bellos años de mi infancia.



Happy Together - The Turtles, 1967: Otra de las canciones que seguramente están en mi memoria por mi tío Pedro. Un grupo que seguramente no conocimos en su momento, pero que siempre estuvo ahí presente. Alguna vez oí la canción y sentí que ya la conocía en detalle. Me gusta muchísimo su ritmo, me trae mucha alegría cada vez que la escucho.




Rosa Rosa - Sandro, 1969: Un buen día de 1968 llevó mi papá a la casa "Una muchacha y una guitarra" de Sandro, un cantante argentino. Al año siguiente, siendo ya muy popular, sacó un nuevo trabajo titulado "Sandro de América", donde incluyó esta canción, que también me recuerda mucho al Ibagué de aquel entonces, donde la buena música nunca faltaba.

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lunes, marzo 20, 2017

El homenaje de la Vuelta a Colombia a Edna Margarita

La publicación de 2 fotos de Alvaro Negrillo en el Foro de Fotografías Antiguas del Tolima, que corresponden a ciclistas con fecha de 1966 me llamó mucho la atención, por el lamentable estado de la carretera por la que estaban transitando, cerca al Páramo de Letras. Mi recuerdo de las carreteras cerca a Manizales en aquellos años era bien distinto, por lo que decidí investigar como era la cosa. Me encontré con varias sorpresas, que me llevaron a escribir esta crónica.

El 25 de mayo de 1966 se cumplió la más dura etapa de la Vuelta de aquel año, que se corrió entre Manizales y Armero. La Vuelta a Colombia había decidido llegar a Armero después de 11 años de no hacerlo, como homenaje a la soberana nacional, la tolimense Edna Margarita Rudd Lucena, nacida en aquella hermosa población de nuestro departamento.


La carrera era bien difícil. Saliendo de Manizales, a 2153 metros de altura, se subía rápidamente en 33 kilómetros bien pavimentados hasta el Páramo de Letras, a 3679 metros de altura.



Después, en la bajada hacia Fresno, la organización de la Vuelta advertía que habían 10 kilómetros en plena construcción, destapados y en mal estado, a la altura del corregimiento de Padua. Allí se tomaron las fotos que publicó Negrillo. En la Colombia de 1966 y más en zona cafetera, las carreteras tenían buen nivel.



En Letras, pasó primero Javier Suárez, seguido del español Ventura Díaz, Cochise Rodríguez, Carlos Montoya y Pablo Hernández. La foto de más arriba corresponde a Carlitos Montoya, que corría por el equipo del Valle y la foto de abajo a Pablo Hernández, que corría por el equipo de Pereira. En este tramo el español Ventura Díaz pinchó 4 veces.


En Armero, el ñato Suárez llegó con una ventaja de 4 minutos sobre Cochise Rodríguez. 14 minutos después llegó un grupo con Alvaro Pachón, Carlos Montoya, Pablo Hernández, Ricardo Ovalle y Pedro J. Sánchez, el gran León del Tolima, acompañados por Ventura Díaz. Uno de los grandes favoritos, Ruben Darío Gómez, tuvo que retirarse en plena competencia.


Edna Margarita estaba en la línea de llegada, esperando a los corredores. Javier Suárez, el ganador de la etapa, le dio un respetuoso saludo de mano.


Pero el español Ventura Díaz, ni corto ni perezoso, le trató de dar un beso en la mejilla. El padre de Edna Margarita saltó al instante y le propinó un bofetón al español. Edna Margarita permaneció tranquila y buscó al español para tomarse una foto con él.


Una bella jornada, típica de aquellas hermosas Vueltas a Colombia. Gracias a Alvaro Negrillo por recordarlo con aquellas tres hermosas fotografías.


lunes, agosto 08, 2016

85 años del matrimonio de mis abuelos

"Pavita: Muchas noches, sentando en estos parques, he evocado tu carísimo recuerdo y he visto tu blanquísima silueta que se acercaba a hacerme compañía. Me la harás realmente algún día? Pedro."

Así le escribía mi abuelo Pedro Antonio Niño a su novia Paulina desde Ibagué, en agosto 4 de 1929. Mi abuelo se refería a la hermosa Plaza de Bolivar de Ibagué, donde se sentaba a pensar en Paulina Rodríguez, su novia que vivía en la lejana población de Oiba, Santander.


Como he relatado en este blog, mi abuelo había llegado a Ibagué en 1925 desde Oiba contratado por los Padres Salesianos para dirigir su Escuela de Artes y Oficios. Vivía en una pequeña casa contigua al Palacio Arzobispal, marcada en esta fotografía con el numero 1. Había dejado atrás a su prima Paulina, pero la nostalgia lo consumía y le escribía frecuentemente. Aquí les comparto una de las postales que le escribía a mi abuela:


La Plaza de Bolivar era parte importantísima del centro de la ciudad. En esos años se dio el gran paso de iluminarla de noche, cortesía de la "Luz Laserna" y el fotógrafo Camacho inmortalizó el gran paso en una hermosa postal.


A finales de julio de 1931, mi abuelo no soportó más su soledad y decidió que ya era hora de dar el gran paso del matrimonio. Había recibido varias ofertas para independizarse en Ibagué y pensó que lo mejor era iniciar una nueva etapa con su novia de tantos años. El abuelo invitó a su novia Paulina y a su hermana Luisa a hacer el viaje desde Oiba a Bogotá, para concretar las cosas. Allí en Bogotá, por telegrama, mi abuelo pidió la mano de Paulina. Fue necesario un telegrama al Obispo de San Gil para pedir la dispensa matrimonial por ser los contrayentes primos hermanos.

Mis abuelos Pedro Antonio Niño y Paulina Rodríguez se casaron en la Catedral de Ibagué, el sábado 8 de agosto de 1931, hoy hace 85 años. Después del matrimonio,  celebraron con un desayuno en casa de Rosita de Polanco, conocida de mi abuelo Pedro en Ibagué. Cuando regresaron de su luna de miel, se instalaron de nuevo en la casa contigua al Palacio Arzobispal. Allí nació mi padre, el 23 de noviembre de 1933. 



Una tarde de diciembre de 1933 llegó a visitarlos el obispo de Ibagué, Monseñor Pedro María Rodriguez. Quería comprarles la casa, para iniciar un colegio. A pesar que los jóvenes esposos estaban muy contentos en su espaciosa casa, aceptaron venderla para bien de la comunidad tolimense. Los jóvenes esposos y el pequeño recién buscaron otra residencia, para dar paso al Colegio Tolimense, que inició labores en febrero de 1934.

25 años más tarde, en agosto de 1956, mis abuelos habían formado una gran familia, orgullosamente ibaguereña. Para sus bodas de plata se tomaron esta hermosa foto, rodeados de sus 6 hijos: Humberto, Pedro Antonio, Oliva, Martha y Marina, parados, junto a Paulina, Pedro Antonio y Hernando. Hoy hace 60 años posaron para la foto, en la sala de su casa de la carrera tercera con calle 10A. Tres días después, se casaban mis papás en Bogotá.


Hermosos recuerdos de los abuelos, que vale la pena conservar. Con la llegada de Juan Ignacio Niño Cobo en abril de 2016, nació su primer tataranieto, que continuará con la tradición centenaria de la familia Niño en Colombia.