10 de octubre de 1819. La ciudad de Santa Fe, recién liberada de
los españoles, vive momentos de gran tensión. El Vicepresidente Francisco de
Paula Santander está reunido desde horas de la mañana en consejo de
gobierno. La calle donde permanecen prisioneros
los oficiales españoles capturados en la batalla de Boyacá está rodeada por
numerosa tropa. A las 4 de la tarde, un grupo de monjes franciscanos ingresa a
la prisión y les comunica a Barreiro y demás oficiales que han sido condenados
a muerte por orden del Vicepresidente y que vienen a oír confesiones y dar
absoluciones.
Se avecinaba el más grande fusilamiento colectivo que haya vivido la plaza mayor de Bogotá. 25 oficiales
españoles, 5 granadinos, 5 venezolanos, 1 ecuatoriano, 1 guayanés y un
puertorriqueño conformaban el grupo de condenados. Barreiro encabezaba el grupo
de españoles y Francisco Jiménez el de granadinos. Esta crónica busca mostrar
quien era el hombre de 25 años que encabezaba el grupo de los fusilados, así
como fueron las circunstancias vividas en Santa Fe de Bogotá en aquellos días
de 1819.
El perfil de Barreiro
Jose María Barreiro |
Nacido en Cádiz el 20 de agosto de 1793, Barreiro había entrado desde
niño al Colegio Militar de Segovia. Pasó al servicio activo a los 15 años, para
oponerse a la invasión de Napoleón en 1808. Fue hecho prisionero por los
franceses y liberado 2 años después. En 5 años hizo una corta carrera, luchando
en la guerra de independencia contra los franceses y formándose en el arma de
artillería, ascendiendo rápidamente a teniente y luego a capitán. En 1815,
recién nombrado Teniente Coronel, fue invitado a formar parte de la expedición
de Pablo Morillo para reconquistar la Nueva Granada y Venezuela.
Barreiro se ganó la confianza de Morillo y le sirvió en varias posiciones,
hasta finalmente ser nombrado como encargado del gobierno de la plaza y
provincia de Cumaná a finales de 1817. En enero de 1818 recibió el nombramiento
de comandante de la Tercera División del Ejercito del Rey, a cargo de la
defensa de todo el oriente de la Nueva Granada. Así se lo comunicó Morillo al
Ministro de la Guerra en Madrid:
Reducido
a no tener jefes ningunos de quien valerme para las vastas atenciones que me
rodean, he dispuesto que el coronel graduado del Real Cuerpo de Artillería, don
José Barreiro, pase a encargarse del mando de la tercera división.
Este
jefe, que ha mandado la plaza y provincia de Cumaná con el mayor acierto, está
adornado de las mejores cualidades, y se ha acreditado en las anteriores
campañas por su valor, conocimientos y actividad, circunstancias que me han
obligado a recomendarlo a su majestad en varias ocasiones. Estoy persuadido de
que el coronel Barreiro corresponderá dignamente a mi confianza, y que
trabajará con el celo e inteligencia que siempre ha manifestado en el mando de
la expresada división.
Barreiro tenía en ese momento apenas 24 años y recibía su primer
mando militar. Durante el siguiente año y medio debió ocuparse de contener la
creciente guerrilla de los revolucionarios y preparar la inminente invasión
desde los llanos. En esos meses contrajo paludismo y otras enfermedades. A
pesar de su formación académica, le quedaba muy difícil controlar toda la
cordillera oriental, pues no se sabía por donde entraría el ejercito
revolucionario. El no poder concentrar sus tropas en un solo sitio debilitó de
manera considerable al ejercito realista.
Pablo Morillo |
El
coronel Barreiro, comandante general de dicha división, ha dado lugar con su
indolencia y falta de previsión a que los rebeldes en el Casanare se hayan
fomentado, dejándoles reunirse y organizar bajo cierta forma que les dio el
cabecilla Santander que vino de Guayana con armas y municiones, mientras pasaba
la buena estación y llegaba la época de las lluvias e inundaciones que fue la
que eligió para bajar al Llano. Nada sé de este jefe hace muchos meses e ignoro
qué motivos pueda tener para tan reprensible silencio sobre asuntos y
circunstancias de tanto interés.
Juan Sámano |
Por otro lado el Virrey Sámano, el 3 de julio de 1819, también
decidió cambiar a Barreiro y nombrar en su lugar a Sebastián de la Calzada,
veterano guerrero de 49 años. Le informó Sámano a Barreiro: he
dispuesto que el coronel don Sebastián de la Calzada, que se me presentó ayer
al anochecer, salga en el día de mañana a ponerse a la cabeza de su cuerpo, con
el cual y la fuerza disponible de la división, deberá buscar y atacar al
enemigo y si, como espero, logra destruirle y ahuyentarle, prevenga a dicho
coronel que se restituya inmediatamente a esta capital donde necesito su
persona.
El 6 de julio, cuando llega Calzada a Tunja, Barreiro no aceptó el
cambio y pidió que lo dejaran en su cargo, protestando de esta manera:
Excelentísimo
señor: A las ocho y media de esta noche ha llegado a esta ciudad el coronel don
Sebastián de la Calzada y me ha remitido el oficio de vuestra excelencia número
151. Su contenido me ha causado la mayor sorpresa y no he podido menos de
figurarme que vuestra excelencia, noticioso de la grande enfermedad que ahora
días me acometió, infiero me hallaría en estado de no serme posible exponerme a
los rigores de la estación; ….séame permitido el representar a vuestra
excelencia soy el comandante general de la tercera división, nombrado por el
excelentísimo señor general en jefe del ejército y aprobado por su majestad y,
como tal, ningún otro que vuestra excelencia puede mandar las operaciones que
ejecute.
Barreiro hizo a Sámano una declaración de su propia inexperiencia:
No
puedo figurarme que la intención de vuestra excelencia haya sido nombrar mi
sucesor en el mando, en razón de mis cortos conocimientos; es verdad que son
pocos, pero muy suficientes para presentarme al frente del enemigo y recibir la
muerte cumpliendo con mis deberes…..
De nuevo, para la independencia de Colombia fue muy importante la
desobediencia de un inexperto comandante de 25 años, impidiendo que lo relevara
un veterano militar de 49 años. La defensa del honor del joven Barreiro fue
decisiva, en momentos en que ya se avecinaba la invasión de Bolívar, Santander
y Anzoátegui. Sámano debió resignarse a enfrentar a los revolucionarios con su
comandante más inexperto.
La campaña de Boyacá
Mientras los españoles peleaban por el mando, el ejercito
libertador atravesaba el páramo de Pisba. El primero de julio iniciaron la
ascensión y el 6 de julio estaban todos en el pueblo de Socha, donde fueron
bien recibidos. El 10 de julio se iniciaron los combates esporádicos, con el
combate del Pantano de Vargas el 25 de julio de 1819 como el más importante del
mes.
Barreiro lo describió como una gran victoria, aunque reconoció el
valor de los llaneros y la famosa carga de Rondón:
La
columna de reserva recibió la orden de flanquearlos y la caballería de
cargarlos en el desfiladero por donde se hallaban precisados a retirarse, su
destrucción era inevitable y tan completa que ni uno solo hubiera podido
escaparse de la muerte. La desesperación les inspiró una resolución sin
ejemplo, su infantería y su caballería saliendo de los abismos en que se
hallaban, treparon por aquellos cerros con furor; nuestra infantería, que por un
ardor excesivo y por lo escarpado de la posición se hallaba desordenada, no
pudo resistir sus fuerzas.
Mapa campaña libertadora Nueva Granada |
A las 4 de la mañana del 7 de agosto de 1819, la Tercera División española
salió de Motavita hacia Ventaquemada, buscando el camino real a Santa Fe.
Bolívar detectó la maniobra hacia las 10 de la mañana en Tunja y dio orden de “destruir
a Barreiro donde lo encuentren”. El ejercito
libertador se había apoderado de todo el armamento de Tunja y los soldados
estaban bien alimentados. La columna del ejercito libertador medía, en su
marcha, 3 kilómetros de largo.
Batalla de Boyacá |
A las dos de la tarde comenzó la batalla, manejando Santander de 27 años la vanguardia y Anzoátegui, de 30 años, la retaguardia. En dos horas habían destruido totalmente la Tercera División del Ejercito del Rey. Anzoátegui apresó a 1600 hombres, con todo su armamento, pertrechos y bagajes.
Barreiro prisionero
Disperso el ejercito español, huyendo su caballería, Barreiro
quedó solo y separado de sus compañeros. Al caer la tarde, los soldados Pedro
Pascasio Martínez, de 12 años y el Negro José encontraron a dos oficiales
españoles que estaban ocultos en una cueva, cerca del río. Los soldados
patriotas se enfrentaron a los oficiales realistas, Pedro Pascasio con una
lanza y el Negro José con un fusil. Los oficiales realistas intentaron
defenderse con sus espadas, uno de ellos fue muerto por el Negro José y el otro
recibió varias lanzadas por el niño soldado.
Pedro Pascasio Martínez |
- ¿Quién es Usted?, - le preguntó Bolívar. - "Soy el
Comandante General Barreiro", - respondió el oficial realista.
Ante la respuesta de Barreiro el soldado de caballería Salvador
Salcedo, el primero que pasó el Puente de Boyacá, quiso matarlo. Ante ello, el
Libertador lo impidió con un grito y dio la orden para que se le colocara a la
cabeza de los prisioneros realistas. Ordenó que fuera tratado con especial
consideración y le hizo un saludo militar, pues era el comandante del ejército
enemigo.
Bolívar durmió esa noche en Ventaquemada, junto con el resto del
ejercito y todos los prisioneros del ejercito español. En la mañana, entre los
prisioneros españoles, reconoció a Francisco Fernández Vignoni, que lo había
traicionado en Puerto Cabello en 1812 y lo hizo ahorcar de inmediato en el
alero de un rancho. Un poco más tarde, conducían a Barreiro por ese camino,
cuando vio el cadáver de Vignoni que se mecía al viento. Barreiro se estremeció
y comentó que le parecía horrible. Cuando le explicaron de quien se trataba,
dijo: entonces hace buen muerto….
En Gachancipá se encontraron de nuevo Bolívar y Barreiro. Bolívar
lo invitó a almorzar y le preguntó por su familia en España. Barreiro le contó
que tenía un hermano, pero que el era el único sustento de su madre, a quien
esperaba ver “después del Consejo de Guerra que me sigan por esta
derrota”. Don Pedro Gual, miembro del estado
mayor de Bolívar le dijo que no se olvidara que el mismo Bolívar había
decretado la guerra a muerte, con lo que Barreiro quedó frio.
Los españoles huyen
de Santa Fe
Casa Virrey Juan Sámano en Bogotá |
Juan Sámano recibe aterrado la noticia de la derrota de la Tercera
División en la tarde del día anterior, en el puente sobre el río Teatinos, en
el camino real hacia Santa Fe. A las 9 de la noche Sámano escribió a Morillo:
Después
de haber auxiliado al comandante general, don José María Barreiro, con dinero y
cuanto pidió, en este momento, que son las nueve de la noche, se me han
presentado el ayudante suyo, don Manuel Martínez de Aparicio, y el comisario de
la división, don Juan Barreda, con la infausta noticia de que la división había
sido enteramente derrotada y que los enemigos quedaban en Ventaquemada el mismo
día de la acción, que fue ayer 7, …. por consiguiente, debo salir esta noche
para salvar la poquísima tropa de infantería que tengo en esta capital,
retirándome por el camino de Popayán.
Durante el resto de la noche Sámano, y sus ayudantes empacaron lo
que pudieron y tomaron los fondos disponibles en la Casa de la Moneda. A la
medianoche fue convocada la Audiencia Real, que comenzó a sesionar a las 3 y 30
de la mañana del día 9 de agosto, autorizando el viaje del Virrey:
En
la ciudad de Santa Fe, en 9 días del mes de agosto de 1819, estando en acuerdo
extraordinario de justicia los señores virrey, presidente, regente y oidores de
la audiencia y cancillería real del reino, presentes los señores fiscales de
ella, dijeron: se ha avisado verbalmente a los señores ministros de esta real
audiencia, ahora que serán las 3 y media de la mañana, que la tercera división
del ejército pacificador que guarnecía este reino ha sido enteramente derrotada
por los rebeldes a dos jornadas de esta capital y que, no siéndole posible
mantenerse en ella, saldrá su excelencia en la hora misma para los destinos
donde convenga, a fin de proporcionar los medios de defender el reino…..para
evitar ultraje a la representación de su majestad y vejamen a la persona de sus
ministros, dando cuenta a su majestad desde el primer punto donde se
proporcione de tan extraordinario e inesperado suceso.
Sámano sale a las 5 de la mañana por el camino de Honda. El
Virrey, de 66 años, sabía la suerte que le esperaba si era detenido, pues había
sido responsable del Régimen del Terror, donde habían caído fusilados Policarpa
Salavarrieta y muchos patriotas más. A
las 7 de la mañana del 9 de agosto, la ciudad fue despertada por un espantoso
estruendo: el coronel Sebastián Calzada comandante de la guarnición local, puso
fuego al polvorín del Aserrío y antes que llegaran las fuerzas de Bolívar se marchó con su tropa hacia Popayán, vía
Neiva e Ibagué. Los miembros de la Real Audiencia salieron hacia Cartagena, al
igual que muchos españoles.
Durante el resto del día, Santa Fe vivió un caos total, con
autoridades y españoles huyendo de la ciudad, oficiales llegando a toda marcha
desde el campo de batalla, presos huyendo de las prisiones, creando una zozobra
total entre los 40000 habitantes que en ese entonces allí vivían.
Entrada de los libertadores
a Santa Fe
El 10 de agosto la ciudad entera ya sabía de la derrota española y
se preparaba para recibir a las tropas. Bolívar, entretanto, durmió en Chocontá
el 8 de agosto, el 9 llegó a Tocancipá y el martes 10 de agosto de 1819, a las
6 de la tarde, entró solo a Santa Fe, donde las calles y las plazas se llenaron
de gente.
Los 3 jefes patriotas en Santa Fe, agosto 12 de 1819 |
El 21 de agosto, en ceremonia formal en la plaza mayor, fueron
ascendidos a generales de división Santander y Anzoátegui. El 11 de septiembre
Santander fue designado vicepresidente de las Provincias Libres de la Nueva
Granada. El 18 de septiembre se realizó el primer desfile militar conmemorativo
de la Batalla de Boyacá, por la calle Real, entre San Diego y la Plaza Mayor,
encabezado por los 3 jefes, seguidos por todas las tropas. El 20 de septiembre
salió Bolívar hacia Angostura, dejando a Santander a cargo del gobierno.
Deciden el final de
Barreiro
Los 38 oficiales capturados y más de 1000 prisioneros fueron
encarcelados, en un edificio conocido como Las Aulas. Pocos días después, los
oficiales fueron trasladados al cuartel, casa situada en diagonal a la torre
norte de la Catedral. Mientras estuvo en la ciudad Bolívar, el trato a los
oficiales fue amable y varios historiadores cuentan que Barreiro recibía
visitas, pues era bien plantado y muy bien visto por las mujeres santafereñas.
El 8 de septiembre Bolívar propuso un canje de prisioneros a Sámano, en carta
que parece que este nunca recibió. Bolívar suspendió igualmente la llamada
guerra a muerte.
Cuando Bolívar salió de Santa Fe, la situación cambió
radicalmente. Quedaban más de 1000 prisioneros a cargo de unos pocos soldados
inexpertos, pues el resto había salido con Bolívar y los otros comandantes. Se
decidió poner grilletes a todos los oficiales y muchos de los soldados. El
ambiente comenzó a enrarecerse. Al detectar Barreiro el cambio de situación, pidió
una entrevista con Santander, pues todos los prisioneros conocían la propuesta
de canje. Esta entrevista le fue negada en varias ocasiones. Le envió entonces
al Vicepresidente todas sus insignias de masón, pues Barreiro sabía que
Santander también lo era. A esto, Santander le contestó: “la
patria está por encima de la masonería.”
El 10 de octubre fue rodeada la manzana donde permanecían los
oficiales y se impidió el paso del público. A las 4 de la tarde, un grupo de
franciscanos ingresó a la prisión y les comunicó a Barreiro y demás oficiales
que habían sido condenados a muerte por orden del Vicepresidente y que venían a
oír confesiones y dar absoluciones. Barreiro dijo a los franciscanos:
“me engañé al creer en la generosidad de estos
insurgentes, pero están en su derecho. Solo me entristece en este momento el
recuerdo de mi adorada madre”.
El fusilamiento
25 oficiales españoles, 5 granadinos, 5 venezolanos, 1
ecuatoriano, 1 guayanés y un puertorriqueño conformaban el grupo de condenados.
Barreiro encabezaba el grupo de españoles y Francisco Jiménez el de granadinos.
Plaza Mayor de Bogotá |
Comenzaron a sacar a los prisioneros de 4 en 4, en un lento
suplicio que duró 3 largas horas. Cuando las balas comenzaron a escasear y la
puntería a fallar, se presentó una terrible situación con el subteniente
español Bernardo Labrador. Ninguno de los tiros para fusilarlo dio en el
blanco. Pidió entonces un tiro de gracia, pero le dieron un bayonetazo en el
pecho. Se agarró entonces a golpes con el soldado que lo había herido y se vino
encima la tropa y lo remataron a golpes de bayoneta. A un español que protestó
por la matanza, Juan Francisco Malpica, Santander ordenó fusilarlo también en
el acto. A las 10 de la mañana la plaza mayor estaba llena de sangre, con 39
cadáveres, casi todos con disparos a quemarropa y bayonetazos. Los llevaron a una fosa común en el campo de
Santa Fe, cerca de la actual Estación de la Sabana.
Cito aquí al biógrafo Gerhard Masur en su libro sobre Bolívar:
Santander
observó las ejecuciones desde la puerta del Palacio de gobierno, pero su
placer en el espectáculo sangriento disminuyó ante la conducta varonil y digna
de Barreiro. Santander aseguró que los oficiales habían constituido una quinta
columna dentro de la República, pero no pudo presentar ninguna prueba de su
acusación, y la única razón que puede explicar este hecho es su deseo de
venganza. Hay pocas dudas de que los treinta y nueve oficiales murieron en
memoria de la sangre sin vengar de Torres, Caldas y los muchos inocentes que
los españoles habían fusilado. Santander unió después a la ignominia de este
hecho el pedir a Bolívar que lo perdonara. Bolívar no podía hacer esto, pero de
mala gana aceptó el hecho consumado. Consideró esta acción de Santander como
un grave error, que tenía el peligro de perjudicar el prestigio internacional
de Colombia. En realidad, las ejecuciones a sangre fría eran juzgadas
severamente en el exterior.
Comparto mucho la conclusión de Masur. Es claro que los españoles
habían sido crueles y sanguinarios durante el Régimen del Terror. Barreiro
mismo había seguido al pie de la letra la instrucción de Sámano de pasar por
las armas a los guerrilleros que capturaban. Pero aquí la situación era
distinta y debían haberse seguido unas normas legales, un grado de
civilización, un respeto por la vida humana. El primer acto importante de la
vicepresidencia de Santander no correspondió
para nada a su apodo de Hombre de las Leyes.
La Plaza Mayor de Bogotá ha vivido muchos acontecimientos
históricos, claves para nuestro país. Pocos tan tristes, sanguinarios e
injustificados como el fusilamiento del joven coronel Barreiro y sus
compañeros, aquella mañana del 11 de octubre de 1819.