domingo, noviembre 24, 2013

El fusilamiento de Jose María Barreiro en Bogotá

10 de octubre de 1819. La ciudad de Santa Fe, recién liberada de los españoles, vive momentos de gran tensión. El Vicepresidente Francisco de Paula Santander está reunido desde horas de la mañana en consejo de gobierno.  La calle donde permanecen prisioneros los oficiales españoles capturados en la batalla de Boyacá está rodeada por numerosa tropa. A las 4 de la tarde, un grupo de monjes franciscanos ingresa a la prisión y les comunica a Barreiro y demás oficiales que han sido condenados a muerte por orden del Vicepresidente y que vienen a oír confesiones y dar absoluciones.

Se avecinaba el más grande fusilamiento colectivo que haya  vivido la plaza mayor de Bogotá. 25 oficiales españoles, 5 granadinos, 5 venezolanos, 1 ecuatoriano, 1 guayanés y un puertorriqueño conformaban el grupo de condenados. Barreiro encabezaba el grupo de españoles y Francisco Jiménez el de granadinos. Esta crónica busca mostrar quien era el hombre de 25 años que encabezaba el grupo de los fusilados, así como fueron las circunstancias vividas en Santa Fe de Bogotá en aquellos días de 1819.

El perfil de Barreiro

Jose María Barreiro
Aunque la Batalla de Boyacá ha sido suficientemente documentada por expertos historiadores, me parece que les ha faltado destacar la personalidad y la poca experiencia del coronel José María Barreiro Manjón, comandante del ejercito español. Barreiro tenía entonces 25 años y era, por lejos, el menos experimentado de los comandantes españoles con que contaba Pablo Morillo. La inexperiencia y el orgullo de Barreiro fueron decisivas en el triunfo del ejercito libertador de Colombia.

Nacido en Cádiz el 20 de agosto de 1793, Barreiro había entrado desde niño al Colegio Militar de Segovia. Pasó al servicio activo a los 15 años, para oponerse a la invasión de Napoleón en 1808. Fue hecho prisionero por los franceses y liberado 2 años después. En 5 años hizo una corta carrera, luchando en la guerra de independencia contra los franceses y formándose en el arma de artillería, ascendiendo rápidamente a teniente y luego a capitán. En 1815, recién nombrado Teniente Coronel, fue invitado a formar parte de la expedición de Pablo Morillo para reconquistar la Nueva Granada y Venezuela.

Barreiro se ganó la confianza de Morillo y le sirvió en varias posiciones, hasta finalmente ser nombrado como encargado del gobierno de la plaza y provincia de Cumaná a finales de 1817. En enero de 1818 recibió el nombramiento de comandante de la Tercera División del Ejercito del Rey, a cargo de la defensa de todo el oriente de la Nueva Granada. Así se lo comunicó Morillo al Ministro de la Guerra en Madrid:

Reducido a no tener jefes ningunos de quien valerme para las vastas atenciones que me rodean, he dispuesto que el coronel graduado del Real Cuerpo de Artillería, don José Barreiro, pase a encargarse del mando de la tercera división.

Este jefe, que ha mandado la plaza y provincia de Cumaná con el mayor acierto, está adornado de las mejores cualidades, y se ha acreditado en las anteriores campañas por su valor, conocimientos y actividad, circunstancias que me han obligado a recomendarlo a su majestad en varias ocasiones. Estoy persuadido de que el coronel Barreiro corresponderá dignamente a mi confianza, y que trabajará con el celo e inteligencia que siempre ha manifestado en el mando de la expresada división.

Barreiro tenía en ese momento apenas 24 años y recibía su primer mando militar. Durante el siguiente año y medio debió ocuparse de contener la creciente guerrilla de los revolucionarios y preparar la inminente invasión desde los llanos. En esos meses contrajo paludismo y otras enfermedades. A pesar de su formación académica, le quedaba muy difícil controlar toda la cordillera oriental, pues no se sabía por donde entraría el ejercito revolucionario. El no poder concentrar sus tropas en un solo sitio debilitó de manera considerable al ejercito realista.

Pablo Morillo
Ante la falta de resultados concretos de Barreiro, Morillo y Sámano comenzaron a dudar del joven comandante, acusándolo de indolente y apático. Desesperado Morillo por el avance de los insurgentes , decidió el 12 de julio de 1819 nombrar al veterano General La Torre como comandante de la Tercera División y relevar a Barreiro. En carta desde Calabozo, le dice lo siguiente:

El coronel Barreiro, comandante general de dicha división, ha dado lugar con su indolencia y falta de previsión a que los rebeldes en el Casanare se hayan fomentado, dejándoles reunirse y organizar bajo cierta forma que les dio el cabecilla Santander que vino de Guayana con armas y municiones, mientras pasaba la buena estación y llegaba la época de las lluvias e inundaciones que fue la que eligió para bajar al Llano. Nada sé de este jefe hace muchos meses e ignoro qué motivos pueda tener para tan reprensible silencio sobre asuntos y circunstancias de tanto interés.

Juan Sámano
Afortunadamente para la independencia de Colombia el viaje desde Venezuela era largo, la preparación lenta y la guerra también estaba complicada, por lo que La Torre nunca pudo llegar a relevar a Barreiro.

Por otro lado el Virrey Sámano, el 3 de julio de 1819, también decidió cambiar a Barreiro y nombrar en su lugar a Sebastián de la Calzada, veterano guerrero de 49 años. Le informó Sámano a Barreiro: he dispuesto que el coronel don Sebastián de la Calzada, que se me presentó ayer al anochecer, salga en el día de mañana a ponerse a la cabeza de su cuerpo, con el cual y la fuerza disponible de la división, deberá buscar y atacar al enemigo y si, como espero, logra destruirle y ahuyentarle, prevenga a dicho coronel que se restituya inmediatamente a esta capital donde necesito su persona.

El 6 de julio, cuando llega Calzada a Tunja, Barreiro no aceptó el cambio y pidió que lo dejaran en su cargo, protestando de esta manera:

Excelentísimo señor: A las ocho y media de esta noche ha llegado a esta ciudad el coronel don Sebastián de la Calzada y me ha remitido el oficio de vuestra excelencia número 151. Su contenido me ha causado la mayor sorpresa y no he podido menos de figurarme que vuestra excelencia, noticioso de la grande enfermedad que ahora días me acometió, infiero me hallaría en estado de no serme posible exponerme a los rigores de la estación; ….séame permitido el representar a vuestra excelencia soy el comandante general de la tercera división, nombrado por el excelentísimo señor general en jefe del ejército y aprobado por su majestad y, como tal, ningún otro que vuestra excelencia puede mandar las operaciones que ejecute.

Barreiro hizo a Sámano una declaración de su propia inexperiencia:

No puedo figurarme que la intención de vuestra excelencia haya sido nombrar mi sucesor en el mando, en razón de mis cortos conocimientos; es verdad que son pocos, pero muy suficientes para presentarme al frente del enemigo y recibir la muerte cumpliendo con mis deberes…..

De nuevo, para la independencia de Colombia fue muy importante la desobediencia de un inexperto comandante de 25 años, impidiendo que lo relevara un veterano militar de 49 años. La defensa del honor del joven Barreiro fue decisiva, en momentos en que ya se avecinaba la invasión de Bolívar, Santander y Anzoátegui. Sámano debió resignarse a enfrentar a los revolucionarios con su comandante más inexperto.

La campaña de Boyacá

Mientras los españoles peleaban por el mando, el ejercito libertador atravesaba el páramo de Pisba. El primero de julio iniciaron la ascensión y el 6 de julio estaban todos en el pueblo de Socha, donde fueron bien recibidos. El 10 de julio se iniciaron los combates esporádicos, con el combate del Pantano de Vargas el 25 de julio de 1819 como el más importante del mes.

Barreiro lo describió como una gran victoria, aunque reconoció el valor de los llaneros y la famosa carga de Rondón:

La columna de reserva recibió la orden de flanquearlos y la caballería de cargarlos en el desfiladero por donde se hallaban precisados a retirarse, su destrucción era inevitable y tan completa que ni uno solo hubiera podido escaparse de la muerte. La desesperación les inspiró una resolución sin ejemplo, su infantería y su caballería saliendo de los abismos en que se hallaban, treparon por aquellos cerros con furor; nuestra infantería, que por un ardor excesivo y por lo escarpado de la posición se hallaba desordenada, no pudo resistir sus fuerzas.

Mapa campaña libertadora Nueva Granada
En los días siguientes, Bolívar, recién cumplidos los 36 años, le ganó en varias ocasiones la guerra estratégica al joven Barreiro. El punto culminante de esta estrategia fue la toma de Tunja el 5 de agosto de 1819, cuartel general de Barreiro hasta pocos días antes. Barreiro, desestabilizado, debió salir a marchas forzadas a buscar de nuevo comunicación con Bogotá. Sus tropas debieron caminar por el páramo de Combita, casi sin comida y descanso, para llegando al pueblo de Motavita el 6 de agosto.

A las 4 de la mañana del 7 de agosto de 1819, la Tercera División española salió de Motavita hacia Ventaquemada, buscando el camino real a Santa Fe. Bolívar detectó la maniobra hacia las 10 de la mañana en Tunja y dio orden de “destruir a Barreiro donde lo encuentren”. El ejercito libertador se había apoderado de todo el armamento de Tunja y los soldados estaban bien alimentados. La columna del ejercito libertador medía, en su marcha, 3 kilómetros de largo.

Batalla de Boyacá
Francisco Jiménez, a cargo de la vanguardia realista, llegó primero a la Casa de Teja, construcción cerca del puente sobre el río Teatinos, o Puente de Boyacá. Al ver que no habían pasado los revolucionarios, ordenó servir el almuerzo a su cansada y hambrienta tropa. Barreiro venía a media hora de marcha. Sin haber terminado de almorzar los españoles, llegaron a atacarlos los patriotas.

A las dos de la tarde comenzó la batalla, manejando Santander de 27 años la vanguardia y Anzoátegui, de 30 años, la retaguardia.  En dos horas habían destruido totalmente la Tercera División del Ejercito del Rey. Anzoátegui apresó a 1600 hombres, con todo su armamento, pertrechos y bagajes.

Barreiro prisionero

Disperso el ejercito español, huyendo su caballería, Barreiro quedó solo y separado de sus compañeros. Al caer la tarde, los soldados Pedro Pascasio Martínez, de 12 años y el Negro José encontraron a dos oficiales españoles que estaban ocultos en una cueva, cerca del río. Los soldados patriotas se enfrentaron a los oficiales realistas, Pedro Pascasio con una lanza y el Negro José con un fusil. Los oficiales realistas intentaron defenderse con sus espadas, uno de ellos fue muerto por el Negro José y el otro recibió varias lanzadas por el niño soldado.

Pedro Pascasio Martínez
Cuando el oficial realista se vio perdido, le ofreció al soldado niño una faja con onzas de oro que llevaba en el cinto, a cambio de su libertad. Pedro Pascasio Martínez no aceptó y lo llevó hasta la Casa de Teja, donde estaba Bolívar. Allí le dijo que traía un prisionero.

- ¿Quién es Usted?, - le preguntó Bolívar. - "Soy el Comandante General Barreiro", - respondió el oficial realista.

Ante la respuesta de Barreiro el soldado de caballería Salvador Salcedo, el primero que pasó el Puente de Boyacá, quiso matarlo. Ante ello, el Libertador lo impidió con un grito y dio la orden para que se le colocara a la cabeza de los prisioneros realistas. Ordenó que fuera tratado con especial consideración y le hizo un saludo militar, pues era el comandante del ejército enemigo.

Bolívar durmió esa noche en Ventaquemada, junto con el resto del ejercito y todos los prisioneros del ejercito español. En la mañana, entre los prisioneros españoles, reconoció a Francisco Fernández Vignoni, que lo había traicionado en Puerto Cabello en 1812 y lo hizo ahorcar de inmediato en el alero de un rancho. Un poco más tarde, conducían a Barreiro por ese camino, cuando vio el cadáver de Vignoni que se mecía al viento. Barreiro se estremeció y comentó que le parecía horrible. Cuando le explicaron de quien se trataba, dijo: entonces hace buen muerto….

En Gachancipá se encontraron de nuevo Bolívar y Barreiro. Bolívar lo invitó a almorzar y le preguntó por su familia en España. Barreiro le contó que tenía un hermano, pero que el era el único sustento de su madre, a quien esperaba ver “después del Consejo de Guerra que me sigan por esta derrota”. Don Pedro Gual, miembro del estado mayor de Bolívar le dijo que no se olvidara que el mismo Bolívar había decretado la guerra a muerte, con lo que Barreiro quedó frio.

Los españoles huyen de Santa Fe

Casa Virrey Juan Sámano en Bogotá
8 de agosto de 1819, 8 de la noche en Santa Fe. Por la calle real se oye el tropel de un grupo de jinetes que viene desde el norte. Manuel Martínez de Aparicio, ayudante del comandante de la Tercera División del Ejercito del Rey, Juan Barreda, comisario de la División, acompañados de otros españoles, vienen de cabalgar 28 horas seguidas desde el campo de batalla de Boyacá. Se dirigen en forma inmediata a la calle de la Rosa al Palacio del Virrey (hoy Carrera 4 No. 10 – 18 de Bogotá).

Juan Sámano recibe aterrado la noticia de la derrota de la Tercera División en la tarde del día anterior, en el puente sobre el río Teatinos, en el camino real hacia Santa Fe. A las 9 de la noche Sámano escribió a Morillo:

Después de haber auxiliado al comandante general, don José María Barreiro, con dinero y cuanto pidió, en este momento, que son las nueve de la noche, se me han presentado el ayudante suyo, don Manuel Martínez de Aparicio, y el comisario de la división, don Juan Barreda, con la infausta noticia de que la división había sido enteramente derrotada y que los enemigos quedaban en Ventaquemada el mismo día de la acción, que fue ayer 7, …. por consiguiente, debo salir esta noche para salvar la poquísima tropa de infantería que tengo en esta capital, retirándome por el camino de Popayán.

Durante el resto de la noche Sámano, y sus ayudantes empacaron lo que pudieron y tomaron los fondos disponibles en la Casa de la Moneda. A la medianoche fue convocada la Audiencia Real, que comenzó a sesionar a las 3 y 30 de la mañana del día 9 de agosto, autorizando el viaje del Virrey:

En la ciudad de Santa Fe, en 9 días del mes de agosto de 1819, estando en acuerdo extraordinario de justicia los señores virrey, presidente, regente y oidores de la audiencia y cancillería real del reino, presentes los señores fiscales de ella, dijeron: se ha avisado verbalmente a los señores ministros de esta real audiencia, ahora que serán las 3 y media de la mañana, que la tercera división del ejército pacificador que guarnecía este reino ha sido enteramente derrotada por los rebeldes a dos jornadas de esta capital y que, no siéndole posible mantenerse en ella, saldrá su excelencia en la hora misma para los destinos donde convenga, a fin de proporcionar los medios de defender el reino…..para evitar ultraje a la representación de su majestad y vejamen a la persona de sus ministros, dando cuenta a su majestad desde el primer punto donde se proporcione de tan extraordinario e inesperado suceso.

Sámano sale a las 5 de la mañana por el camino de Honda. El Virrey, de 66 años, sabía la suerte que le esperaba si era detenido, pues había sido responsable del Régimen del Terror, donde habían caído fusilados Policarpa Salavarrieta y muchos patriotas más.  A las 7 de la mañana del 9 de agosto, la ciudad fue despertada por un espantoso estruendo: el coronel Sebastián Calzada comandante de la guarnición local, puso fuego al polvorín del Aserrío y antes que llegaran las fuerzas de Bolívar  se marchó con su tropa hacia Popayán, vía Neiva e Ibagué. Los miembros de la Real Audiencia salieron hacia Cartagena, al igual que muchos españoles.

Durante el resto del día, Santa Fe vivió un caos total, con autoridades y españoles huyendo de la ciudad, oficiales llegando a toda marcha desde el campo de batalla, presos huyendo de las prisiones, creando una zozobra total entre los 40000 habitantes que en ese entonces allí vivían.

Entrada de los libertadores a Santa Fe

El 10 de agosto la ciudad entera ya sabía de la derrota española y se preparaba para recibir a las tropas. Bolívar, entretanto, durmió en Chocontá el 8 de agosto, el 9 llegó a Tocancipá y el martes 10 de agosto de 1819, a las 6 de la tarde, entró solo a Santa Fe, donde las calles y las plazas se llenaron de gente.

Los 3 jefes patriotas en Santa Fe, agosto 12 de 1819
El 9 de agosto salió de Ventaquemada toda la columna de tropas junto con los prisioneros, encabezados por Barreiro. Durmieron esa noche en Villa Pinzón. El 10, 11 y 12 recorrieron el camino real, llegando a Usaquén al mediodía, donde los esperaba una gran multitud.  Los 10 kilómetros finales hasta la plaza mayor los hicieron en medio del pueblo entero. Al final de la tarde del 12 de agosto se encontraron Bolívar, Santander y Anzoátegui en la plaza mayor, donde se fundieron en un gran abrazo.

El 21 de agosto, en ceremonia formal en la plaza mayor, fueron ascendidos a generales de división Santander y Anzoátegui. El 11 de septiembre Santander fue designado vicepresidente de las Provincias Libres de la Nueva Granada. El 18 de septiembre se realizó el primer desfile militar conmemorativo de la Batalla de Boyacá, por la calle Real, entre San Diego y la Plaza Mayor, encabezado por los 3 jefes, seguidos por todas las tropas. El 20 de septiembre salió Bolívar hacia Angostura, dejando a Santander a cargo del gobierno.

Deciden el final de Barreiro

Los 38 oficiales capturados y más de 1000 prisioneros fueron encarcelados, en un edificio conocido como Las Aulas. Pocos días después, los oficiales fueron trasladados al cuartel, casa situada en diagonal a la torre norte de la Catedral. Mientras estuvo en la ciudad Bolívar, el trato a los oficiales fue amable y varios historiadores cuentan que Barreiro recibía visitas, pues era bien plantado y muy bien visto por las mujeres santafereñas. El 8 de septiembre Bolívar propuso un canje de prisioneros a Sámano, en carta que parece que este nunca recibió. Bolívar suspendió igualmente la llamada guerra a muerte.

Cuando Bolívar salió de Santa Fe, la situación cambió radicalmente. Quedaban más de 1000 prisioneros a cargo de unos pocos soldados inexpertos, pues el resto había salido con Bolívar y los otros comandantes. Se decidió poner grilletes a todos los oficiales y muchos de los soldados. El ambiente comenzó a enrarecerse. Al detectar Barreiro el cambio de situación, pidió una entrevista con Santander, pues todos los prisioneros conocían la propuesta de canje. Esta entrevista le fue negada en varias ocasiones. Le envió entonces al Vicepresidente todas sus insignias de masón, pues Barreiro sabía que Santander también lo era. A esto, Santander le contestó: “la patria está por encima de la masonería.”

El 10 de octubre fue rodeada la manzana donde permanecían los oficiales y se impidió el paso del público. A las 4 de la tarde, un grupo de franciscanos ingresó a la prisión y les comunicó a Barreiro y demás oficiales que habían sido condenados a muerte por orden del Vicepresidente y que venían a oír confesiones y dar absoluciones. Barreiro dijo a los franciscanos:

me engañé al creer en la generosidad de estos insurgentes, pero están en su derecho. Solo me entristece en este momento el recuerdo de mi adorada madre”.

El fusilamiento

25 oficiales españoles, 5 granadinos, 5 venezolanos, 1 ecuatoriano, 1 guayanés y un puertorriqueño conformaban el grupo de condenados. Barreiro encabezaba el grupo de españoles y Francisco Jiménez el de granadinos.

Plaza Mayor de Bogotá
Antes de las 7 de mañana, llamaron a los primeros 4, Barreiro y Antonio Plá, españoles, Jiménez y Antonio Galluzo por los granadinos. Eran los más importantes. Al verse ya al borde de la muerte, cayeron de rodillas y pidieron la última absolución. El resto de prisioneros pensó que se habían salvado. Salieron los 4 condenados en medio de una gran multitud, abiertamente hostil, hacia la plaza mayor. Los colocaron en donde hoy queda el Palacio de Justicia. Barreiro vestía dolmán azul con entorchados, parte de su viejo uniforme de gala, los demás prisioneros, ropa del país. Al dar frente a los soldados, Barreiro gritó ¡Viva España! y le dispararon a quemarropa, destrozándole el cráneo. Había cumplido sus 26 años en prisión, el 20 de agosto. Los otros 3 también murieron en el acto.

Comenzaron a sacar a los prisioneros de 4 en 4, en un lento suplicio que duró 3 largas horas. Cuando las balas comenzaron a escasear y la puntería a fallar, se presentó una terrible situación con el subteniente español Bernardo Labrador. Ninguno de los tiros para fusilarlo dio en el blanco. Pidió entonces un tiro de gracia, pero le dieron un bayonetazo en el pecho. Se agarró entonces a golpes con el soldado que lo había herido y se vino encima la tropa y lo remataron a golpes de bayoneta. A un español que protestó por la matanza, Juan Francisco Malpica, Santander ordenó fusilarlo también en el acto. A las 10 de la mañana la plaza mayor estaba llena de sangre, con 39 cadáveres, casi todos con disparos a quemarropa y bayonetazos.  Los llevaron a una fosa común en el campo de Santa Fe, cerca de la actual Estación de la Sabana.

Cito aquí al biógrafo Gerhard Masur en su libro sobre Bolívar:

Santander observó las ejecuciones desde la puerta del Palacio de gobierno, pero su placer en el espectáculo sangriento disminuyó ante la conducta varonil y digna de Barreiro. Santander aseguró que los oficiales habían constituido una quinta columna dentro de la República, pero no pudo presentar ninguna prueba de su acusación, y la única razón que puede explicar este hecho es su deseo de venganza. Hay pocas dudas de que los treinta y nueve oficiales murieron en memoria de la sangre sin vengar de Torres, Caldas y los muchos inocentes que los españoles habían fusilado. Santander unió después a la ignominia de este hecho el pedir a Bolívar que lo perdonara. Bolívar no podía hacer esto, pero de mala gana aceptó el hecho consumado. Consideró esta acción de Santander como un grave error, que tenía el peligro de perjudicar el prestigio internacional de Colombia. En realidad, las ejecuciones a sangre fría eran juzgadas severamente en el exterior.

Comparto mucho la conclusión de Masur. Es claro que los españoles habían sido crueles y sanguinarios durante el Régimen del Terror. Barreiro mismo había seguido al pie de la letra la instrucción de Sámano de pasar por las armas a los guerrilleros que capturaban. Pero aquí la situación era distinta y debían haberse seguido unas normas legales, un grado de civilización, un respeto por la vida humana. El primer acto importante de la vicepresidencia de Santander no correspondió  para nada a su apodo de Hombre de las Leyes.

La Plaza Mayor de Bogotá ha vivido muchos acontecimientos históricos, claves para nuestro país. Pocos tan tristes, sanguinarios e injustificados como el fusilamiento del joven coronel Barreiro y sus compañeros, aquella mañana del 11 de octubre de 1819.

viernes, noviembre 15, 2013

La fundación del Federico Lleras

En este mes de noviembre de 2013 se están conmemorando los 40 años de la inauguración del Hospital Federico Lleras Acosta,  el día 13 de noviembre de 1973, con asistencia del presidente Misael Pastrana Borrero y el ex-presidente Carlos Lleras Restrepo. El aniversario me trae muchos recuerdos, por la participación directa de mi padre Humberto Niño Rodríguez en la etapa decisiva de la financiación, construcción y puesta en marcha del hospital.

El Federico Lleras comenzó a gestarse a mediados de los años 50, en pleno auge de construcciones públicas del gobierno de Rojas Pinilla. El gobierno adquirió un lote en el barrio Ancón de Ibagué, para hacer un hospital público para la ciudad, donde se levantó un hospital de tipología pabellonal. Este hospital fue destinado finalmente como cuartel para las tropas que estaban combatiendo en la violencia que sufría el Tolima en esos años.

En 1958, el gobernador Darío Echandía comisionó al arquitecto Manuel Guillermo Lagos Viña, quien trabajaba en la Secretaría de Obras Públicas del Departamento, para que hiciera un estudio de evaluación del Hospital Departamental, ocupado por la Brigada del Ejército. Su concepto fue desfavorable, por cuanto su distribución ya era obsoleta ante los nuevos estándares hospitalarios del momento, además de que su actualización resultaba costosa.

El gobierno departamental de 1960 interesó al presidente Alberto Lleras Camargo para realizar una nueva obra, diferente al hospital pabellonal.  El gobierno nacional autorizó entonces el diseño de planos arquitectónicos y técnicos. La Gobernación, por medio de su secretario de Obras Públicas, ingeniero Armando Cruz Buenaventura (QEPD) contrató con la firma de arquitectos bogotanos de Germán Samper, el paquete completo de planos arquitectónicos y técnicos para un hospital de 400 camas, planos y diseños que fueron entregados en marzo de 1961.

El Gobernador solo tenía en caja poco menos de dos millones de pesos para emprender la obra.  Por consejo del Dr. Armando Cruz, se conformaron varios grupos de tres profesionales de la ingeniería y la arquitectura para participar de la licitación, habiendo resultado favorecido con el contrato para la iniciación de la estructura, el grupo compuesto por los ingenieros Eduardo Vélez Martínez (fallecido), Adolfo Viana Rubio y el arquitecto Manuel Guillermo Lagos Viña, quedando al frente de la obra el ingeniero Vélez y el arquitecto Lagos Viña, por haber sido la propuesta de menor valor. La obra inició el 6 de junio de 1961.

Recuerda Manuel Guillermo Lagos que se generaron tropiezos con quienes tenían que transitar por el sector, especialmente los asistentes al estadio de fútbol, quienes estaban acostumbrados a traspasar por el lote, que era libre. Cuando se empezó el cerramiento con bloques de cemento, los que se levantaban de día, los tumbaba la gente durante la noche. Comenzó la obra, con grandísimas dificultades financieras, pero con entusiasmo y buena capacidad técnica del grupo de constructores al frente de la obra. Durante todo el gobierno de Guillermo León Valencia el ritmo de la obra fue muy lento. Se lograba un giro de la nación, se hacían los trabajos hasta donde alcanzaba y luego se suspendía la obra por varios meses.

En 1966, con la llegada de Carlos Lleras Restrepo a la presidencia, comienza la etapa decisiva de la construcción del hospital. El gobernador Néstor Hernando Parra, muy allegado a Lleras Restrepo, se propuso conseguir los dineros suficientes para terminar la construcción física del hospital. Para ello, el gobernador Parra tuvo la idea de ponerle al hospital el nombre del doctor Federico Lleras Acosta, padre del presidente Lleras Restrepo y científico muy reconocido en Colombia. De profesión médico veterinario y bacteriólogo, Lleras Acosta,  nacido  en  Bogotá en 1887 y fallecido en Marsella, Francia en 1938, fue un investigador de la lepra siendo  sus  trabajos más célebres los relacionados con el cultivo del bacilo de esta enfermedad.

Néstor Hernando Parra se coordinó con el representante a la Cámara Alberto Rocha Alvira, médico ginecólogo tolimense, para presentar el plan completo de financiación al presidente, incluyendo el nombre de Federico Lleras Acosta. Con esto, buscaban honrar la memoria de un científico y por otra vincular a la creación del hospital al primer mandatario de la nación. Así nació el nombre del primer hospital de los tolimenses, recuerda Pablo Isaza.

Parra nombró entonces al pediatra ibaguereño Humberto Niño Rodríguez, entonces de 33 años, en la gerencia de la Beneficencia del Tolima, para coordinar todo el proceso de financiación y construcción. Después de más de un año de intensas gestiones por parte de la Gobernación y la Beneficencia para obtener los recursos, el 16 julio de 1968 se firmó en Ibagué el convenio para terminar la construcción del hospital.

Firmaron este convenio Antonio Ordoñez Plaja como Ministro de Salud, el Gerente del Fondo Nacional Hospitalario, el Gerente del Instituto Colombiano de Seguros Sociales, Ariel Armel Arenas Gobernador del Departamento del Tolima y Humberto Niño Rodríguez Gerente de la Beneficencia del Tolima. Fueron testigos de la firma del convenio los Doctores Carlos Lleras Restrepo, Presidente de la República, junto con Misael Pastrana Borrero, entonces ministro de gobierno.

Los aportes asignados para construcción y dotación provenían del Ministerio de Salud (Fondo Nacional Hospitalario) $ 65.747.100. El Departamento del Tolima (Beneficencia) aportó 4.000.000. El Instituto Colombiano de Seguros Sociales 9.000.000, y el legado de Nicolás Torres Guerra 2.000.000.  Se consiguió un total de $ 80.747.100 de la época. (US$ 4.9 millones de ese momento)

El 30 de octubre de 1968 la Beneficencia del Tolima, representada por Humberto Niño, compró al municipio de Ibagué por el valor simbólico de UN PESO el lote de terreno de 29.137 metros cuadrado, con el fin de construir allí el Hospital Federico Lleras Acosta. La firma constructora siguió siendo Lagos y Vélez, con la interventoría del Fondo Nacional Hospitalario, siendo el encargado del manejo de fondos el Ingeniero Jaime Humberto Moreno Velandia, nuestro amigo y vecino del barrio Cádiz.

Para coordinar todo el trabajo de construcción, dotación y puesta en marcha del Hospital, la Gobernación del Tolima le concedió personería Jurídica a la "Junta Constructora del Hospital Regional Federico Lleras Acosta" mediante Resolución 857 de 1969. En esta junta estaban representados la Gobernación, el Ministerio de Salud, el Instituto Colombiano de Seguros Sociales y la Beneficencia del Tolima.

Cuenta Pablo Isaza, primer director del hospital, que los representantes más activos en esta Junta fueron el Dr. Humberto Niño Rodríguez, pediatra, el propio Dr. Rocha Alvira como parlamentario y luego como gobernador y el Dr. Darío Ortiz Vidales por parte del Seguro Social. Señala Isaza que a estas personas, donde figura mi padre, se les debe honrar como fundadores del Federico Lleras.

En 1970, ya siendo gobernador del departamento el Dr. Rafael  Caicedo Espinosa, se propuso enviar a un médico al exterior con el fin de especializarse en administración y dirección de hospitales, para dirigir el nuevo hospital. Fue seleccionado Pablo Alberto Isaza Nieto, que viajó a Chile, en ese entonces país avanzado en salud pública y administración hospitalaria, a realizar estudios en esta materia con el fin de regresar y hacerse cargo de la organización y puesta en marcha.

A su vuelta en 1971, se conformó un equipo integrado por el administrador de la obra,  el Ingeniero Jaime Moreno, el Arquitecto Manuel Guillermo Lagos, el almacenista Gustavo Duque, los interventores ingenieros Eduardo Gómez y Hernando Gómez y el director médico.  Señala Isaza que esta forma de acometer la obra del hospital, tanto desde el punto físico como de organización científica, dio excelentes resultados.

En el año de 1971 se aceleraron los trabajos de construcción y acabados, iniciándose la dotación de lo que en administración hospitalaria se conoce como “equipo pesado”, es decir calderas, lavandería, cocina, esterilización y otras menores.  Al iniciarse el año de 1972 la obra estaba terminada en un noventa por ciento y se estaban instalando los equipos pesados. 

Se inició entonces una compleja tarea como era la dotación médico quirúrgica del hospital, que implicaba un altísimo costo. Se encontró que la cifra de dotación total era casi inalcanzable para las partes involucradas en el hospital. Las gestiones de la Junta del Hospital y los contactos de los tolimenses en Bogotá hicieron que el Ministerio de Salud, a cargo del cardiólogo nariñense José María Salazar Buchelli, destinara parte de un crédito con el gobierno inglés para hospitales en Colombia al Federico Lleras. Llegaron entonces del Reino Unido dos expertos en dotación hospitalaria, los señores J. Buttler y H. Leissy quienes asesoraron los trabajos de definición final del equipo.  

Recuerda Pablo Isaza que entre el segundo semestre de 1972 y primero de 1973 se diseñó la organización y se planeó la apertura. Se definieron los servicios sobre un estimado de doscientas cincuenta camas. Se abrió el hospital “al vacío”, es decir funcionando con todos sus recursos humanos pero sin pacientes, modalidad que permitió detectar fallas en varios simulacros. Corregidas la fallas, se abrió el servicio en forma escalonada: primero la consulta externa, luego se fueron agregando hospitalización, cirugía y en fin todos los servicios hasta quedar a plenitud para el tercer trimestre de 1973. 

El 13 de noviembre de 1973 fue inaugurado el Hospital, con una capacidad inicial de doscientos veinte camas, por el Presidente de la República doctor Misael Pastrana Borrero, con la asistencia del doctor Carlos Lleras Restrepo, su familia y otras personalidades. El Hospital se integró al Servicio Seccional de Salud del Tolima el 3 de Diciembre de 1973. Los Estatutos vigentes fueron establecidos por Acuerdo No.064 del 25 de Octubre de 1973 y aprobados por Resolución No. 001186 de 1984 del Ministerio de Salud.

Los Servicios que entonces ofrecía el Hospital eran: Cuidados Intensivos, Ginecología y Obstetricia, Pediatría, Cirugía, Medicina Interna, Psiquiatría, Consulta externa, Urgencias, Rayos X, Laboratorio Clínico, Banco de Sangre, Patología, Rehabilitación.

Su primer Director fue el doctor Pablo Alberto Isaza Nieto MD MSP, su primer subdirector y Director Científico el doctor Hernán Arbeláez Londoño MD MS. Arbeláez Londoño quedó de director cuando fue Isaza fue nombrado Director del Fondo Nacional Hospitalario, cargo del cual pasó a la OMS/OPS como Consultor en Servicios de Salud y Hospitales para las Américas, en Washington DC.

El primer administrador del Hospital fue el señor Carlos Arturo Rubio López, Administrador de Servicios de Salud, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Antioquia. La primera planta de personal directivo estuvo conformada por:

Olga Cecilia Lozano Alarcón (Q.E.P.D) – Secretaria de la Dirección
Ana Tulia Gordillo – Secretaria de Sub Dirección
Marly Cecilia Peña – Secretaria de Administración
Rosalba Peña Reyes – Secretaria de Consulta Externa
Alfonso Torres Guarnizo (Q.E.P.D.) - Tesorero Pagador
Ernesto Monroy Monroy (Q.E.P.D.) - Contador
Fidelina Arango de Zapata - Asistente de Tesorería y Pagaduría
René Lozano Jaramillo (Q.E.P.D.) - Jefe de Mantenimiento
Gustavo Duque Zabala (Q.E.P.D.) - Almacenista
Jairo Arbeláez Arango– Jefe de Farmacia
Álvaro Barrero, Bioestadística (Q.E.P.D.) – Jefe de Estadística
Arturo Cardozo Echandía MD (Q.E.P.D.) - Jefe Consulta Externa
Lili Restrepo Jaramillo MSP (Q.E.P.D.) Jefe Departamento de Enfermería
Héctor Morales Morales MD – Jefe de Urgencias
Pedro Julio Garzón MD Cirujano General – (Q.E.P.D.) Jefe de Cirugía
Jaime Rengifo Pardo MD Ginecólogo (Q.E.P.D.) Jefe de Ginecología y Obstetricia 
Hernando González Murcia MD Pediatra (Q.E.P.D) Jefe de Pediatría
Julio Alfredo Lozano Guillen MD Psiquiatra (Q.E.P:D.) Jefe Salud Mental
Alberto Gómez Ardila MD Radiólogo - Jefe Laboratorio de Rayos X
Jorge Carrascal Odontólogo – Jefe Salud Oral
Osvaldo Olivares Álvarez MD MSP (Q.E.P.D.) – Jefe Medicina Interna
Libia Sierra de Franco Trabajadora Social – Jefe Trabajo Social
Blanca Cecilia Sotelo de Vega Bacterióloga – Jefe Laboratorio Clínico
Esther Arteaga de Monroy Nutricionista, Dietista, (Q.E.P.D.) – Jefe Nutrición

José Posada Díaz-Granados MD Cardiólogo (Q.E.P.D.) Jefe UCI

Para realizar esta reseña, usé información de las siguientes fuentes:

LA VERDADERA HISTORIA DEL HOSPITAL FEDERICO LLERAS ACOSTA DE IBAGUE - Carlos Arturo Rubio López

http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/especiales/sucesos/124882-historia-del-hospital-federico-lleras-acosta 
Manuel Guillermo Lagos

http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/opinion/columnistas/188851-el-hospital-federico-lleras-acosta-i
Pablo Isaza

http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/opinion/columnistas/189557-el-hospital-federico-lleras-acosta-ii
Pablo Isaza