El martes 11 de septiembre de 2001 salí de mi apartamento en North Miami Beach a las 8.30 de la mañana, hacia mi trabajo en el oeste de Miami. Por esos días había decidido oír a un comentarista en inglés en la radio, para mejorar mi vocabulario. Unos 20 minutos más tarde, cuando ya estaba en la Autopista 95, me pareció entenderle al locutor que un avión había chocado contra el World Trade Center en New York. Aterrado, decidí cambiar la emisora a Caracol Miami, que ya estaba transmitiendo las primeras noticias. Casi en directo oí la noticia del segundo avión, que se estrelló contra la Torre Sur. Seguí manejando hacia mi oficina, mientras otros carros paraban a lado y lado de la Autopista 836, que atraviesa Miami desde el downtown hasta el oeste.
Llegué a mi oficina hacia las 9.15, donde vi a mucha gente agolpada en el restaurante español, mirando la televisión en una pantalla gigante que allí había. Ya había hablado con mi esposa en Bogotá, con mi hermana en Aventura, todo el mundo estaba conmocionado. La gente miraba aterrada la televisión, donde cada minuto llegaban peores noticias. A las 9:37 se supo de un tercer avión estrellado contra el Pentágono en Washington. A las 9:59 vimos en directo la caída de la Torre Sur, mientras la gente en el restaurante lloraba y gritaba. Después de la caída de la primera torre, muchos mensajes confusos aparecían en la pantalla. Se hablaba de más aviones atacando Washington, de ataques en otras ciudades, etc. A las 10:28 cayó la Torre Norte.
Las reacciones de la gente eran variadas. Llanto, angustia, desconcierto, rabia. Manuel Ramírez, mi amigo de Ibagué con el que trabajaba vendiendo computadores reaccionó a su manera. "Esto es obra de Bin Laden", decía desde el comienzo. "No podemos darle el gusto de parar de trabajar", dijo después de la caída de la segunda torre. Así que nos dirigimos a la oficina y tratamos de trabajar normalmente. Obviamente, no entraba una sola llamada de trabajo, mientras nos enterábamos que todos los aviones de Estados Unidos estaban en tierra, que el Presidente Bush no aparecía, que la situación en Manhattan era terrible. A las 2 y 30 Manuel se rindió y dejó que volviéramos a las casas. Las autopistas de Miami estaban completamente vacías, todo el mundo había regresado a sus hogares.
Los siguientes días fueron muy confusos. Aparecieron miles de banderas de Estados Unidos, la gente las exhibía con orgullo. Bush logró superar sus errores iniciales y unió al país en torno suyo. Pero la normalidad no aparecía. A mediados de octubre pasé a trabajar en un laboratorio de fotos en Miami Beach, zona turística de Miami donde por esos días no llegaba nadie. Fueron meses difíciles para Estados Unidos y para Florida. Hasta el correo sufrió grandes contratiempos por cartas que llegaban con químicos venenosos. Diciembre fue muy malo, viajé a Houston y pude experimentar en carne propia el nerviosismo y la rabia latente de los agentes de seguridad en los aeropuertos. A todo el mundo gritaban y maltrataban.
Septiembre 11 cambió la mentalidad de los americanos. Bush aprovechó la ocasión para alentar el patrioterismo, el rechazo a los extranjeros, las guerras exteriores y otras muchas acciones. Pero hubo héroes grandes en New York, en el vuelo 93 de UA y en gente que donó tiempo, dinero y compasión para las víctimas de ese terrible día. Yo fui un espectador cercano y conmovido, viviendo la historia de un día que no se olvidará jamás.