Leyendo hoy los tweets de la fecha, me enteré de la triste noticia de la muerte de Andrés Uprimny. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y me llenó de nostalgia. Aunque no veía a Andrés desde hace unos 25 años, tengo muy claros y gratos recuerdos de tantas cosas que compartimos.
El sábado 7 de julio de 1973 llegué al Aeropuerto El Dorado de Bogotá trasnochado y aterrado. De 16 años apenas cumplidos, iba a realizar la primera gran aventura de mi vida, al ingresar a la Escuela Naval. En el mostrador de Avianca estaba a mi lado un muchacho de larga cabellera rubia, que me tocó de compañero en el vuelo hacia Cartagena. Me preguntó si también iba para la Escuela y conversamos durante el corto vuelo. "Te voy a llamar Tolima", me dijo en el acento más rolo que uno pudiera imaginarse. "Me llamó Andrés Uprimny", me dijo.
Llegamos juntos a la Escuela, en un bus que nos recogió en el Aeropuerto de Cartagena. Nos metieron juntos a la peluquería, donde acabaron en un dos por tres con su cabellera. Todos estábamos aterrados con las sucesivas experiencias para los reclutas, pero Andrés se veía tranquilo y altivo. Era un reflejo de su gran personalidad y su don de gentes.
Muchas veces conversamos en los 2 años que pasamos juntos en la Escuela. Como fue mi primer amigo, le contaba algunas cosas que yo veía complicadas. Cuando le decía que mi novia en Ibagué me había despachado con el cuento de que amor de lejos, amor de pendejos, Andrés me decía "tranquilo, Tolima, van a llegar muchas otras". Cuando me entraba la nostalgia, me animaba a seguir adelante. Muchas otras personas me ayudaron en la dura vida de la Escuela Naval, pero Andrés siempre fue muy especial conmigo.
Nos encontramos años más tarde trabajando juntos en el sector financiero. En un Congreso en Cartagena, a comienzos de los años 90s, decidimos escaparnos de las conferencias y tomamos un taxi hasta Manzanillo. Llegamos a la Escuela, nos presentamos ante el oficial de guardia y nos permitieron entrar a ver nuestra antigua Alma Mater. Llenos de nostalgia, recorrimos salones, comedores, estancias donde habíamos vivido tantas cosas. Miramos la nueva Escuela, con cadetes mujeres, con supermercado, con aire acondicionado. Que diferencia con aquella vieja Escuela de 1973. Volvimos al hotel con la tranquilidad de haber cerrado con honores un gran ciclo de nuestra vida.
Nunca más supe de Andrés. Sabía que era amigo de mi primo Rafael Stand, pero no recuerdo haberlo visto en los tristes días de la muerte de Rafa. Lo mencionamos varias veces, en las contadas oportunidades que hablaba con alguien de la Escuela. Hasta hoy. Hasta saber que había muerto a sus 62 años. Hoy supe que se llamaba ANDRES RUFINO ALAIN LUIS FERNANDO UPRIMNY YEPES, lo que explica en parte su gran porte y personalidad. Hasta pronto, buen amigo, buen viento y buena mar.