El 13 de octubre de 1954 se inauguró en Belencito, Boyacá, el más grande proyecto industrial de la época, el alto horno de la Siderúrgica Acerías Paz del Rio. Con asistencia del presidente Gustavo Rojas Pinilla, 2000 invitados especiales venidos de varias partes de Colombia y del exterior, 5000 trabajadores del montaje y miles de habitantes de la zona, se inició formalmente este proyecto, que venía construyéndose desde hacía 8 años. La gran celebración fue interrumpida a mitad del discurso de Rojas Pinilla, pues se desató el más grande aguacero que se recuerde en la historia de Boyacá. Cuando terminó de hablar el dictador, solo quedaban en la plaza algunos pocos invitados, que soportaban con valentía el aguacero.
Dentro de los trabajadores que estaban en ese histórico momento del acto de inauguración, se encontraba el ingeniero francés André Ronco, en compañía de su joven esposa Jane Rateau, sus hijas Annie (7 años), Josiane (4 años) y un bebé de 6 meses, Hugues. El ingeniero Ronco había llegado en noviembre de 1953 a revisar las últimas fases del montaje de la planta y había traído a su familia a Colombia a fines de agosto de 1954. Era uno de los 800 técnicos franceses que estaban en Belencito trabajando para poner a punto Acerías Paz del Río. Como muchos de ellos, André Ronco terminó quedándose en nuestro país, formando una gran familia.
LOS FRANCESES DE BELENCITO
Desde 1938 se comenzó a pensar en la posibilidad de aprovechar las inmensas minas de hierro existentes cerca de Sogamoso, en Boyacá. En 1945 el gobierno de Lleras Camargo autorizó la emisión de bonos para hacer los estudios del proyecto de una gran siderúrgica. En 1949 se formó un comité de financiación presidido por Alberto Jaramillo Ferro, que fue escogido como primer presidente de la Siderúrgica. Jaramillo Ferro analizó fríamente los números y llegó a la conclusión que con recursos locales tardaría 40 años en desarrollar el proyecto. Salió entonces al exterior a buscar la financiación.
Después de recorrer medio mundo buscando recursos, Jaramillo Ferro convenció a Le Banque de París et des Pays Bas para que concediera un empréstito de 25 millones de dólares a la empresa Paz de Río. Los franceses aceptaron, siempre y cuando el montaje de la planta fuera hecho por compañías francesas. Un total de nueve compañías francesas manejaron diversos aspectos del montaje, que dio empleo en algunos momentos hasta 8000 personas.
En 1950 Belencito era un pequeño paraje, con unos pocos habitantes. En el curso de 2 años creció de manera impresionante, para poder alojar a todo el personal que llegaba de Francia, de México, de Alemania, de todos los rincones de Boyacá. Los hoteles de Sogamoso pasaron de cobrar 7 pesos la noche en 1950 a 50 pesos en el frenesí de 1954. Se creó un barrio francés, que ocupaba la mitad de Belencito. Allí se estableció un buen restaurante francés, donde por dos pesos podían comer desde los costosos ingenieros especializados, hasta los fornidos y elementales obreros traídos desde Francia para manejar la planta generadora de energía. Se celebraba allí el 14 de julio y se comentaban las noticias de Francia con la misma pasión que en Paris. Contaba el joven periodista Gabriel García Márquez en 1954 lo siguiente:
"Los franceses de Belencito no han retrocedido con el cambio ni un milímetro en su personalidad. Han aprendido español, para entenderse con los colombianos que no se han tomado la molestia de aprender francés, pero dentro de su barrio viven enteramente como vivirían en Francia. Toman vino y leen, junto al hogar crepitante, periódicos de París con informaciones y comentarios de la política francesa. La paz de Indochina fue recibida en Belencito lo mismo que en cualquier poblado de la provincia francesa. El 14 de julio, desde hace cinco años, se celebra en las calles de esa ciudad colombiana como en las calles de cualquier ciudad de Francia.
-Como católicos son ejemplares-, dice el Padre Abella, el alto, moreno y vigoroso cura parroquial que se ha visto precisado a ejercitar su francés para entenderse adecuadamente con sus nuevos e insólitos feligreses. Igual cosa ha hecho el maestro de la escuela, un cordial boyacense que dicta clases en su idioma a un turbulento grupo de chiquillos franceses."
LA LLEGADA DE LOS RONCO
André Ronco llegó en noviembre de 1953 a Belencito, dejando a su familia en Francia. Cuando ya quedó claro que el proyecto saldría adelante y que sus servicios profesionales serían necesitados durante varios años, coordinó el traslado de su familia a Colombia. La fecha convenida para la llegada era el 9 de agosto de 1954. En esa época el trayecto de Francia a Colombia se hacia a través de aviones L-749 Constellation de Avianca, que cubrían el trayecto Hamburgo - Paris - Madrid- Nueva York - Barranquilla - Bogotá, con varias paradas técnicas en el trayecto.
Por alguna razón, Jane Rateau perdió el vuelo en Paris aquel 9 de agosto, sin poder informar de la noticia a André, pues el ya estaba viajando de Belencito a Bogotá, para recibir a su familia en el aeródromo de Techo. La angustia del ingeniero Ronco fue muy grande, pues al llegar a Techo le informaron que el avión donde viajaba su familia se había estrellado en las islas Azores, pereciendo todos sus ocupantes. Solo se supo que no habían viajado cuando la lista de pasajeros fue publicada un día después.
Se coordinó una nueva fecha para el 28 de agosto de 1954. Sin embargo, en agosto 23 otro desastre aéreo sacudía los periódicos: Un cuatrimotor de la KLM, que viajaba de Nueva York a Amsterdam cayó en el Mar del Norte, pereciendo sus 21 ocupantes. Los esposos Ronco hablaron y tomaron la decisión de mantener el viaje. Jane y sus 3 hijos, bebé incluido, acometieron el largo viaje, que tomaba 22 horas desde Paris. Hoy hace 60 años exactamente, la familia Ronco llegó a Colombia.
Para aclimatar a la familia, André los alojó en el moderno y recién inaugurado Hotel Tequendama, situado en medio de la nueva zona de desarrollo del centro internacional de Bogotá. Colombia estaba viviendo una bonanza cafetera sin precedentes, había construcción y progreso por todos lados. Viajaron luego a Belencito y seguramente Annie y Josiane formaban parte del alegre grupo de chiquillos franceses que García Márquez conoció en octubre de 1954 en Belencito.
Hoy 60 años después, tengo la fortuna de conocer a Josiane, única sobreviviente de los Ronco que llegaron a Colombia y decidieron hacer de nuestro país su segunda patria. Josiane se casó en Colombia, tuvo a Jacqueline y Lilian, cuatro nietos y es orgullosamente colombiana. Este es un pequeño homenaje a aquellos franceses que legaron una gran obra a nuestro país y que nos dejaron su huella, su sangre, sus muertos y sus hijos.